Una doble lucha

Los trabajadores costureros nucleados en La Alameda continúan con sus denuncias por las pésimas condiciones en que desarrollan su actividad, esta vez fue el turno de la Compañía Argentina de la Indumentaria.
Una doble lucha

La problemática de la explotación que se ejerce sobre los empleados del gremio textil cobró algo de visibilidad social a raíz del incendio ocurrido en un taller de Caballito en el mes de marzo.

Si bien, todo parecía indicar que este horrible episodio pondría fin a la inhumana explotación de los costureros, casi ocho meses después la situación es similar.

El viernes pasado, la Unión de Costureros La Alameda realizó un escrache a la Compañía Argentina de la Indumentaria en el barrio de Paternal, donde trabajan en condiciones de superexplotación unas 120 personas.

Este taller, bajo la fachada de trabajo en blanco, abastece a grandes marcas como Mimo, Montagne, Kevingstong y Patagonia. Pero la realidad de sus obreros, no difiere de la de los talleres clandestinos: pésimas condiciones laborales y la sistemática violación del convenio de los obreros del vestido.

Tras las sucesivas denuncias de los trabajadores, el pasado 20 de octubre, los inspectores de la Subsecretaria de Trabajo porteña visitaron el lugar y comprobaron todas las irregularidades que forman parte de la rutina en la Compañía.

Por empezar, no se respetan las categorías del convenio textil, muchos oficiales rectistas u overloquistas son remunerados como ayudantes.

Las jornadas de 12 horas o más, no se pagan como horas extras y de hecho, los empleados son obligados a mentir ante las preguntas de los inspectores.

Las instalaciones son no cuentan con los espacios estipulados, por lo cuál, muchas veces los trabajadores comen en los pasillos. Además, los sanitarios se encuentran en pésimo estado.

Los inspectores intimaron a los jerárquicos de la empresa a presentar la documentación faltante en los días subsiguientes como: aportes del personal, constancia de acreditación de sueldos, certificados de cobertura de ART, entre otros.

Los trabajadores decidieron recurrir al sindicato SOIVA para presentar sus denuncias y reclamar la habilitación para la elección de delegados. Lo único que obtuvieron a cambio fue un silencio cómplice.

Ante una patronal esclavista y un sindicato impotente, los trabajadores esperan una respuesta de las autoridades.