La artista que pintó su aldea

Milada Voldan nació en Checoslovaquia pero desde hace décadas vive en Catalinas. Durante años recorrió el barrio y rescató en sus dibujos rejas, conventillos y antiguos edificios de La Boca. Demoliciones, incendios y modernización mediante, muchos ya no están.

La artista que pintó su aldea

Por Silvia Vepstas

“Pinta tu aldea y pintarás el mundo” dijo, a mediados de 1800, el escritor ruso León Tolstoi. La frase instaba a otros escritores a exprimir su capacidad descriptiva para dar cuenta de su entorno inmediato y recrear al detalle, pero con palabras, un paisaje geográfico, un momento determinado de la sociedad o una historia mínima y concreta.
Tolstoi no era artista plástico. Era escritor.
Mucho más acá, en tiempo y espacio, Milada Voldan de Mac Gaul, checoslovaca de nacimiento pero boquense por adopción, entendió la célebre frase del ruso y ella, que lleva el dibujo en la sangre, salió a retratar La Boca, su aldea. Y, así como Tolstoi pintó un mundo con palabras, Milada hizo hablar a nuestro barrio a través de sus dibujos.
Hasta ahora son tres los libros que la vecina histórica del barrio Catalinas editó con dibujos a mano alzada y acuarelas que reflejan fielmente los frentes de emblemáticos edificios –verdaderas joyas arquitectónicas de otra época- y de centenarios conventillos, muchos de ellos ya demolidos. Sin olvidar la prodigiosa artesanía en herrería antigua que descubrió observando rejas y balcones del barrio, y que también copió a escala perfecta y compiló en su primera obra. Pero asegura que tiene mucho más material para seguir editando libros.
“Esta es sólo una selección –explica Milada-. Elegir los frentes que quedarían en el libro fue difícil porque todos cuentan tantas historias de vida y trabajo que ninguno es menos importante que otro”. Tal vez ese sea el secreto que cautiva. Si bien las reproducciones casi exactas de diseño y arquitectura hablan de un valor patrimonial e histórico de cada reja, edificio o conventillo; al observar el dibujo, uno no sólo ve la influencia europea en la arquitectura o el colorido chaperío de la humilde casa: sino que ve a un herrero cansado y sudoroso con manos callosas forjando el detalle de cada pétalo de rosa en esa reja que ahora se plasmó en un dibujo. O ve cada una de las historias de amor que pasaron por el vetusto edificio de Almirante Brown 520, donde antes funcionaba el Registro Civil, y del que ahora sólo queda el dibujo de fina fibra negra de Milada. O recuerda historias de fantasmas que nunca existieron en la torre del histórico edificio de Benito Pérez Galdós, Villafañe y Brown –las famosas cinco esquinas-, cuya reproducción llevó a la autora nueve horas de trabajo.
En cada conventillo que pintó Milada, no se ven sólo malvones asomando por la verja con la ropa tendida detrás. Si uno fija la mirada en las paredes de madera, puede traspasarlas y ver también a los pebetes jugando a la pelota en el patio interno, al obrero que sale corriendo para tomar el turno de la noche en el puerto y al genovés recién llegado que intenta rearmar su vida en esa “casa de inquilinato” como la llamaba Borges; o en ese “convento” como se decía en lunfardo.
Milada nació en Praga, llegó a la Argentina de niña pero recién se instaló en La Boca cuando se inauguró el complejo Catalinas y nunca más se fue. “Al crecer mis hijos, mi tarea se alivianó –cuenta-, empecé a recorrer el barrio con mi sillita plegable y mis acuarelas. La Boca siempre me gustó pero cuando empecé a observar en detalle cada casa, descubrí un mundo nuevo, me enamoré, y entendí que las rejas, los frentes históricos y algunos conventillos míticos debían ser rescatados del deterioro y del modernismo. Muchos frentes sin cuidado se estaban viniendo abajo, nuevos dueños que compraban cambiaban totalmente las fachadas y las rejas de ventanas y balcones se iban cambiando por materiales más modernos. Lo mismo pasaba con antiquísimos azulejos o las cerámicas venecianas de los zaguanes. Entonces pensé que, de algún modo, yo debía preservarlos, para la memoria y por respeto al pasado. Será que de donde vengo, lo más viejo es lo más lindo y lo antiguo se valora más”.
El rescate artístico y memorial de Milada comenzó hace más de veinte años, pero su primer libro “Rejas y Balcones de La Boca” fue editado recién en 1996. Allí más de cien piezas de herrería fueron retratadas con una exactitud casi milimétrica. Este año, dos nuevas obras vieron la luz: “Antiguas casas de La Boca” y “Conventillos”. Presentados en la última Feria del Libro, esperan que la Legislatura porteña las convierta en obras de interés histórico y cultural. Sin duda, un acertado reconocimiento que junto a la concepción de Milada, va al rescate de la memoria boquense de antaño, esa, constructora de edificios e ilusiones. Esa, que debe protegerse a pesar del deterioro, a pesar del modernismo.