Los pibes del Arancibia (y la leyenda del Monstruobús)

La historia de un perro salchicha gigante que ataca a animales salvajes es parte del próximo número de Realidad sin chamuyo, la revista que producen los alumnos del centro educativo que el PRO quiere demoler para que pase el Metrobús. Por Luciana Rosende

Los pibes del Arancibia (y la leyenda del Monstruobús)

Un can salchicha gigante y bicéfalo, con cola de cachiporra, se pasea por la zona sur de la ciudad. Tiene una cabeza de perro y otra de Mauricio Macri. Avanza por Paseo Colón al 1300 y pretende arrasar con el castillo de animales que se encuentra allí. El monstruo salchicha responde a un pueblo de cazadores que protege a los perros de raza pero quiere acabar con los otros bichos. Los acusa de sucios y salvajes. Sin embargo los animales resisten. Arman barricadas, arrojan caca de paloma. El can con dos cabezas –una de perro y una de Macri- no podrá con ellos.

 
La catarata de metáforas inunda una de las aulas del instituto Isauro Arancibia. Allí tiene lugar el taller de revista del que participan todos los jueves los pibes del tercer ciclo del centro educativo. La historia del perro salchicha gigante que ataca a los animales salvajes es la leyenda urbana que formará parte del próximo número de la revista que publican desde hace ocho años. Se llama Realidad sin chamuyo. Para que quede claro.
La clase anterior entre todos le dieron forma al argumento. En la clase del último jueves de octubre, las coordinadoras Martina Matusevich y María Victoria Yornet dejan pilas de revistas sobre los pupitres. Los alumnos se dividen en tres grupos y se ponen a buscar, recortar y pegar, hasta darle vida al perro salchicha gigante, el castillo de animales salvajes y el pueblo de cazadores. Los collages escaneados ya son un clásico en las páginas de la revista del Isauro Arancibia. Como los punteos sobre la vida en la calle: qué hacer cuando llueve o cómo ingeniárselas para bañarse.
 
Tan peligroso como el perro salchicha con cara de Macri, el inminente Metrobús de Paseo Colón amenaza con arrasar con todo a su paso. Incluyendo las clases, talleres y actividades para chicos en situación de calle que asisten al instituto Isauro Arancibia. “Es jodido, van a tirar la escuela abajo. En otras escuelas no nos aceptan, porque somos negros. Si tiran esto abajo, ¿adónde vamos a ir? Acá tenemos la libertad que en otro lado no hay. Acá te enseñan, en otros lugares te cagan a pedos”, lanza Lucas Molina, de 20 años, sin levantar la vista del animal que está recortando para el collage.
 
“En el largo proceso de la revista, fuimos aburriéndonos de llorar, de hablar de nosotros desde un lugar lastimoso. Y con el Metrobús dijimos ‘vamos a hacer algo más creativo’ porque ya está bastante instalado el tema. Por eso estamos haciendo la leyenda urbana”, cuenta Victoria, una de las docentes. Junto a un grupo de amigos que incluye una maestra, un fotógrafo, una diseñadora y una periodista, ella se acercó al Isauro en 2006 para presentar el proyecto de taller de revista. “Es contrainformación. Está bueno, es la información de ellos. La venden en todos los festivales como algo que hacen ellos y que cuenta su palabra”, agrega Martina.
 
El taller de revista forma parte de la cursada curricular del último ciclo, como las clases de matemáticas o inglés. La formación en el Isauro Arancibia se divide en tres ciclos, pero no necesariamente dura tres años: los adolescentes y adultos pueden cursar el tiempo que necesiten hasta alcanzar su meta, el certificado de completitud de la escuela primaria. “El año que viene quiero estudiar en un secundario técnico, que tiene más salida laboral. Después, voy a estudiar psicología”, hace planes Alan Isoldi, de 17 años. Por estos días trabaja en una mueblería y duerme en la casa de un amigo, en Boedo. Antes vivía con su mamá en San Cristóbal, pero los desalojaron cuando se acumularon los meses impagos de alquiler y quedaron en la calle.
 
Igual que sus compañeros, Guillermo Tula también tuvo una experiencia de vida en la calle. “Iba de acá para allá, de parador en parador”, dice, pero aclara que ahora vive con su mamá y sus tres hermanos. Tiene 16 años y se sumó a la escuela en el último invierno. “Me gusta que la revista muestre la realidad. El asunto del Metrobús el que lo ve de afuera cree que es fácil, pero desde adentro es complicado”, resume.
 
A este centro educativo asisten alrededor de 200 chicos y jóvenes en situación de calle. El edificio donde funciona, en Paseo Colón y Cochabamba, es uno de los que corre peligro de demolición ante el avance del Metrobús. Están en su misma situación la Escuela Taller del Casco Histórico, el Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (Caina) y el ex Centro Clandestino de Detención y tortura El Atlético. A principios de octubre, los trabajadores del Isauro denunciaron un “plan de vaciamiento sistemático” que incluyó cortes de teléfono, luz y agua en la escuela. Mientras tanto, docentes y pibes del Isauro resisten. Como los animales de la leyenda urbana que idearon para su próxima revista, que arrojan caca de paloma para defenderse del perro salchicha gigante con rostro macrista.