Al maestro con cariño

Para conmemorar el cumpleaños 125 del artista boquense, vecinos y agrupaciones barriales pintaron de colores los adoquines de la avenida Pedro de Mendoza dibujando, como él quería, “una inmensa sonrisa junto al Riachuelo”. Por Silvia Vepstas

Al maestro con cariño

La cita fue pautada para el miércoles 25 de febrero pasadas las nueve de la mañana. Un cielo gris tormentoso cubría toda la ribera del Riachuelo y engamaba su tono con las fábricas de la otra orilla, el agua del río y los adoquines de la avenida Pedro de Mendoza al 1800. La amenaza de lluvia, que parecía inminente, entristecía aún más el paisaje de un día que haría historia en La Boca.

Durante toda la jornada el cielo no cambió de color. Pero el paisaje sí.
 
Decenas de voluntarios, comenzaron a copar la calle frente al Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín y a trazar con tiza el bosquejo de lo que sería una nueva obra de arte con el formato de intervención urbana colectiva. “Se trata de cumplirle un sueño a Quinquela -explicó Víctor Fernández, director del museo-. Él quería asfaltar de colores las calles del barrio de La Boca y dibujar una inmensa sonrisa junto al Riachuelo. Pues bien, para celebrar lo que sería su cumpleaños número 125, convocamos a los vecinos y a las instituciones barriales para que nos ayuden a pintar de colores Pedro de Mendoza. De esta manera buscamos devolverle al gran maestro y artista plástico, algo de lo que tanto hizo por nuestro barrio y por el mundo del arte en general”.
 
Y la convocatoria tuvo respuesta. Centenares de vecinos, artistas, jugadores de fútbol, bomberos voluntarios, murgueros, asociaciones y hasta turistas europeos arremetieron, pincel en mano, contra los tristes adoquines grises y los transformaron en alegres recuadros rojos, azules, verdes y amarillos.
 
Quinquela era un convencido de que el color influenciaba positivamente la vida de las personas. No sólo lo dejó claro en sus cuadros si no también en los murales que pintó, por ejemplo, en el interior del Hospital Odontológico Infantil donde, aseguran, “los chicos que se atienden lloran menos”; en la calle Caminito, en el trolebús que –otrora- atravesaba Buenos Aires; y hasta en su propio ataúd.
 
Y, sin ningún lugar a dudas, Quinquela tenía razón: el color te mejora la vida. Al menos eso se sentía durante la jornada de trabajo. Hombres, mujeres, niños y adultos, con tarritos de pintura improvisados en botellas vacías de gaseosas, pintaban, sonreían y festejaban por cada adoquín “transformado”. “Yo conocí a Quinquela cuando era joven. Él era mayor que yo y lo admiraba como un loco –cuenta Antonio, de 84 años, con restos de pintura verde en los dedos-. Fue un impulsor del sentir popular de La Boca, un bohemio, un incomprendido para muchos. Dicen que era desinteresado pero yo digo lo contrario; a él le interesaba con locura que en La Boca todos fuéramos felices. Fue un gran hombre y le hubiese encantado hacer esto él mismo. Hoy va a estar contento con todo este color”.
 
“Desde mi ventana vi a un montón de gente pintando –cuenta Lidia, histórica vecina de La Boca – y como mi nietita no es música como yo, sino que le gusta la pintura como al abuelo y a la madre, vinimos. Ella está feliz, ya pintó adoquines y baldosas: no se quiere ir”, aseguró.
 
Las horas pasaban y los pinceles cambiaban de manos entre los cientos de pintores pasajeros que se unieron al homenaje. Al caer la tarde, la obra quedó terminada. Pero “la inmensa sonrisa junto al Riachuelo” con la que soñaba Quinquela alcanzó su máximo esplendor el sábado 28, horas antes de su cumpleaños 125.
 
Un sol radiante que hacía brillar las veredas y calzadas antes grises, recibió a más vecinos y representantes de instituciones barriales para la inauguración de la obra, una intervención urbana y colectiva sin antecedentes en nuestro país. Una guardia de honor del cuartel de Bomberos Voluntarios de La Boca, cuya lucha contra el fuego fue varias veces retratada por Quinquela en sus pinturas, y la Banda Sinfónica de la Policía Metropolitana, escoltaron a Víctor Fernández, quien con un escueto pero sentido discurso inauguró la obra y le deseó el más feliz de los cumpleaños al pintor boquense reconocido en el mundo entero.
Los vecinos estaban emocionados. Los pintores, orgullosos. Y los turistas, sorprendidos, no paraban de sacar fotos para eternizar esta imagen histórica.
 
A casi cuarenta años de su desaparición física, Benito Quinquela Martín sigue presente en La Boca. Coloreándonos el alma. Mejorándonos la vida. ¡Gracias Maestro!

 
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“Él quería asfaltar de colores las calles de La Boca. De esta manera buscamos devolverle al gran maestro, algo de lo que tanto hizo por nuestro barrio y por el mundo del arte en general”.