En busca de un testigo por Nehuén
El 15 de diciembre a medianoche una camioneta de la Policía Metropolitana atropelló a un adolescente en Brandsen y Carrillo. Algunos testigos dicen que, a pesar de la alta velocidad, el patrullero venía sin sirenas ni balizas. La familia pide Justicia. Por Luciana Rosende
Roxana Cainzos toca timbres, reparte panfletos, le pide permiso a los choferes para pegar carteles en los colectivos que atraviesan el sur porteño. Quiere extender su red de búsqueda tanto como pueda, para dar con aquellos ojos que hayan sido testigos del atropello que truncó la vida de su hijo, el 15 de diciembre pasado. Nehuén Rodríguez tenía 18 años e iba en moto a la casa de un amigo cuando un patrullero de la Policía Metropolitana se lo llevó por delante en Barracas. El golpe lo hizo volar 20 metros.
Nehuén estaba acostumbrado a andar en dos ruedas. Solía llevar en moto a su hermanita al colegio y trabajaba repartiendo pizzas en bici. Esa noche, Huracán acababa de ascender: qué mejor motivo para festejar. Nehuén había jugado en las inferiores de ese club y era fanático. También le gustaba el teatro, había terminado el secundario una semana antes y planeaba estudiar Seguridad e Higiene. Pasada la medianoche de aquel 15 de diciembre, salió de su casa en La Boca para encontrarse con sus amigos en Parque Patricios.
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Me voy a la casa de Pitu.
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Uh, ¿vas a ir en moto?
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No hinches má, la bici no tiene luces y es peor.
“Y me dio un beso, se bajó el casco y se fue en la moto. Agarró Brandsen. Eran doce y veinte. Todo pasó y 28, a los ocho minutos, en Brandsen y Carrillo”, cuenta la madre de Nehuén. Un rato más tarde, sonó el teléfono. Llamaban del Hospital Argerich para avisar que el adolescente estaba gravísimo, que la familia debía presentarse con urgencia. Instantes después, falleció. “Empezamos a hacernos preguntas: ¿habrá cruzado bien?”, comenta Roxana. Pero mientras ella estaba en el hospital, un efectivo de la Metropolitana se presentó en su casa y le dijo a su familia que Nehuén no había cometido ninguna infracción y el patrullero tampoco. Que nadie tenía la culpa.
En el móvil que atropelló a Nehuén - una camioneta Ford Ranger- iban el oficial Daniel Germán Castagnasso al volante y el subinspector José Daniel Soria Barba en el asiento del acompañante. La causa la llevan el Juzgado Criminal de Instrucción N° 4 de la Ciudad y la Fiscalía de Instrucción en lo Criminal N° 23. El conductor está libre y, según confirmaron a este medio desde la Policía Metropolitana, “está fuera de servicio hasta tanto se resuelva su situación”.
Soria Barba, el acompañante, está trabajando normalmente. En su declaración judicial, dijo que el patrullero iba con luces y sirenas y que Nehuén no llevaba casco. Sin embargo, los testigos que presentó la querella sostienen lo contrario. Un anciano que paseaba a su perro es –hasta ahora- el único testigo presencial. Se acercó a contar lo que vio tras leer uno de los carteles que pegó la mamá de Nehuén pidiendo testigos. Declaró que presenció el impacto de la camioneta de la Metropolitana contra la moto, que no escuchó sirenas ni vio balizas.
También dio testimonio un vecino que no vio pero sí escuchó. Esa noche hacía calor y las ventanas estaban abiertas. De repente, sintió un estruendo y salió a la puerta: creyó que algo le había pasado a su auto. Oyó el golpe, pero no las sirenas. “Hay muchos testigos que me dijeron: ‘no, es la Policía’. Tienen miedo”, cuenta Roxana sobre la dificultad de encontrar voces que quieran declarar. La mujer, que recibe el apoyo de Madres del Dolor, volanteó entre enfermeros y personal de seguridad del hospital Moyano, que tienen su puesto de vigilancia justo en la esquina del accidente. Nadie le devolvió el mensaje.
“No es lo mismo un vehículo particular que un patrullero. Policías, ambulancias y bomberos tienen autorización legal para pasar en rojo, ir a alta velocidad y a contramano, pero sólo en emergencias y si toman todas las medidas de precaución, que son el uso de balizas y sirenas. Tenemos versiones de que estaba sin balizas ni sirenas, de modo que Nehuén no tuvo ninguna chance de ver que venía el patrullero y esquivarlo”, explica a Sur Capitalino el abogado de la familia, Patricio Gaynor. También se esperan pericias sobre el vehículo, que según informó la Metropolitana no tenía la cámara interna que poseen los patrulleros. La cámara de esa esquina, en tanto, apuntaba al piso y no permitió ver cómo ocurrió el accidente. Por eso, se espera el análisis del resto de las cámaras de la zona para evaluar si el patrullero iba con balizas en el resto del recorrido.
La alta velocidad del móvil está probada por la fuerza con la que arrastró a Nehuén. La versión policial fue que acudía a una emergencia en la calle Necocheca, por una denuncia recibida en la línea 144. Castagnasso, el conductor, conoce técnicas para manejar con rapidez. Según la Resolución 164 del Instituto Superior de Seguridad Pública, publicada en el Boletín Oficial en noviembre de 2012, el policía aprobó el Curso de Conductores de Protección de Funcionarios, que brinda “entrenamiento en técnicas de evasión y fuga, dominio de pedaleras y agilidad de maniobra en reversa”.
Nehuén falleció pocos días antes del inicio de la feria judicial y de que la muerte del fiscal Alberto Nisman copara páginas de diarios y pantallas de noticieros. Por entonces, el reclamo de Roxana y su familia para que se difundiera el atropello fatal de un patrullero de la Metropolitana no encontraba ecos. “Tuvieron que matar a otro chico para que nos prestaran atención”, se lamenta. Era Diego Aljanati, de 13 años, muerto en marzo en Ituzaingó por el atropello de un patrullero de la Policía Bonaerense.
Las paredes del Normal 3, en Bolívar y San Juan, donde estudió Nehuén hasta pocos días antes de morir, quedaron empapeladas con su cara. Sus compañeros organizaron misas y acompañaron a la familia en las marchas. Y el 15 de cada mes sus amigos visitan su tumba en el cementerio de Chacarita, donde varias chicas dejaron cartitas de amor.