No es no

Las dificultades que persisten a la hora de aceptar la toma de decisión de una mujer mantienen implícitamente un código arcaico y patriarcal: "De muchas otras maneras nos siguen pidiendo que seamos sumisas y complacientes", sostiene la especialista en educación sexual María Eugenia Otero. En esta nota: los estereotipos, las libertades y la vulneración de derechos.  Por María Eugenia Otero (*)
No es no
En medio del almuerzo nos preguntan si queremos que nos sirvan otra vez, decimos que no, y con eso alcanza.
 
-Che, ¿Te gusta ir a bailar? -nos consultan.
 
-No, no me gusta -respondemos con naturalidad
 
Y ya. Es suficiente para que la otra persona entienda que la respuesta es no.
 
No. Es una palabra cortita, un monosílabo de solo dos letras, una consonante junto a una vocal, contundente y clarísima.
 
Si no es necesario agregar más explicaciones para que sea comprendido el rechazo o la negación en cualquier circunstancia cotidiana, ¿por qué a veces para algunos varones un “no” resulta insuficiente de parte de una mujer?, ¿por qué cabe la duda después del “no”?
 
Joaquín Sabina canta, con mucha poesía y poco respeto, que “hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no”. Durante años nos hicieron creer a las mujeres que somos histéricas, y a los varones que deben ser ganadores, y que cualquier actitud sensible, como aceptar una negativa, por ejemplo, puede poner en duda su virilidad. Antiguamente existían guías para la buena esposa que recomendaban que cuando él quería tener sexo, la mujer debía acceder humildemente, y aunque los discursos sociales ya no lo digan explícitamente, de muchas otras maneras nos siguen pidiendo que seamos sumisas y complacientes. 
 
En todas las circunstancias, un “no” en cualquiera de sus variantes debe ser suficiente: “Ahora no”, “No estoy segura”, “No sin forro”, “No me molestes”, “No quiero”.
 
El ideario machista indica que usar una minifalda o un escote es igual a decir “te estoy provocando”, sinónimo de “tenés algún tipo de derecho sobre mi cuerpo", lo que reduce aún más la posibilidad de que una negativa sea comprendida y respetada. Sin embargo, aunque el errado saber popular nos advierta que no es bueno calentar la pava y no tomar el mate, tenemos derecho a decidir. No importa en qué momento digamos que no, da lo mismo si el otro es nuestro novio o incluso nuestro marido, siempre es válido elegir lo que queremos.
 
Todas las personas tenemos derecho a definir de qué manera queremos vivir nuestra sexualidad; a decidir cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales y cómo cuidarnos, sin presiones ni violencia. Si nos sentimos obligadas a hacer algo que no deseamos, estamos ante una situación de vulneración de nuestros derechos.
 
En la ciudad de Buenos Aires hay una línea gratuita -el 0800 666 8537- donde pueden asesorarte si estás viviendo cualquier tipo de violencia hacia la mujer. 
 
(*) Psicóloga social, periodista de La Retaguardia. Docente en la Especialización superior en educación sexual integral en el Joaquín V. González.