Dos mil hogares sin gas

En distintos edificios de La Boca, Metrogas cortó el suministro por denuncias de escapes. Restablecer el servicio lleva, en promedio, más de seis meses ya que consorcios y propietarios tienen que adecuarse a las nuevas normas. El caso con más afectados es el de las torres de Almagro Construcciones donde viven 1600 familias. Por Silvia Vepstas

Dos mil hogares sin gas

Cuando el 27 de enero pasado Metrogas decidió cortar el suministro en tres de los cuatro edificios de departamentos ubicados sobre Pedro de Mendoza 1751, muchas de las 170 familias que los habitan ni se enteraron porque estaban de vacaciones. Las que sí estaban en La Boca, lo tomaron como una sorpresiva pero bien festejada medida ya que la decisión de corte sobrevino a una denuncia realizada por una vecina que percibió un fuerte olor a gas y, en pos de la seguridad de todos, celebraron que la empresa investigara una posible fuga. En pleno verano porteño, los boquenses consideraron que, mientras no se cortara el agua o la electricidad, pasar un par de días sin gas no sería tan grave.

 

Tal vez lo mismo hubieran pensado las 1600 familias que habitan el enorme complejo de Almagro Construcciones ubicado frente al Hospital Argerich, en avenida Almirante Brown entre Py y Margall y Tomas Liberti, si el corte de gas que están sufriendo ahora hubiese ocurrido en pleno enero. Pero no tuvieron tanta suerte. También, por una denuncia de una posible fuga, Metrogas cortó el suministro hace ya dos meses y el pronóstico de reconexión no es muy alentador: pueden pasar otros dos o tres meses sin gas.
 
Los vecinos de las torres de Pedro de Mendoza finalmente no pasaron sólo un verano sin gas. El corte de servicio duró seis meses y recién el 1ro de julio pasado les fue restablecido.
 
El mapa de la zozobra
 
Pero los casos de las torres de Almagro y las de Pedro de Mendoza no son los únicos. “La pequeña odisea cotidiana de vivir sin gas”, como lo llamó una vecina, también la atraviesan quienes viven en el edificio número 27 del complejo de Catalinas Sur, que lleva siete meses sin gas; y el número 17.  Detrás de Catalinas, una de las torres conocidas como “de Prefectura” tampoco tiene gas, y la escuela Nuestra Señora de los Inmigrantes, pasó tres meses sin poder calefaccionar las aulas y los alumnos llevaban pequeños termos con bebidas calientes para soportar el frío durante las clases.
 
El edificio ubicado sobre el antiguo cine Dante, en avenida Almirante Brown 1241, tampoco tiene gas desde hace meses. Lo mismo ocurre en la torre de 18 pisos ubicada en Lamadrid y Almirante Brown donde, por la denuncia de una pérdida, Metrogas cortó el servicio hace dos meses y recién ahora está reconectándolo tras verificar uno por uno los 144 departamentos.
 
Y el complejo conocido como “las Casas Baratas”, de Martín Rodríguez  1171, en agosto, “festeja” su primer año sin suministro de gas.
 
Hasta aquí, el mapa de la zozobra que pudo relevar Sur Capitalino suma más de 2.100 hogares sin gas, aunque es factible que, en el barrio, haya más vecinos afectados.
 
Por qué pasa lo que pasa
 
La recordada tragedia de Rosario, ocurrida en 2013, cuando un escape de gas provocó la explosión de dos edificios y veintidós muertos, cambió para siempre la perspectiva de las empresas proveedoras en lo que a seguridad y prevención se refiere.
 
Según el relevamiento que pudo realizar Sur Capitalino, en todos los casos mencionados el drama comenzó con denuncias de los vecinos que cuando percibieron olor a gas llamaron a la empresa.  Al llegar Metrogas y constatar escapes en diferentes conexiones desde el caño maestro a las cámaras de los edificios, como así también en algunos medidores y tuberías internas, procedió al corte preventivo hasta tanto se repararan las piezas que ocasionaron las pérdidas.
 
Sin embargo, no todas las reparaciones corren por cuenta y orden de Metrogas: tras la tragedia de Rosario, la empresa impuso nuevas medidas de seguridad y su adecuación corre por cuenta de la administración de los consorcios y de los mismos propietarios.
 
En el caso del complejo de Almagro Construcciones, cuyas torres tienen apenas entre ocho y quince años, las cañerías están en condiciones pero se detectaron irregularidades en las cámaras y en los sistemas de ventilación. Según las nuevas pautas de la empresa, las cámaras deberán ser cerradas por mamparas de durlok y no de vidrio –como tienen ahora- y en cada departamento reemplazarán las rejillas de ventilación, que son de 10 por 10, a rejillas de 15 por 15. Y debe haber, por lo menos dos rejillas: una en la cocina y otra en el living-comedor. Además, ordenaron amurar las cocinas a la pared.
 
En las torres de Pedro de Mendoza, durante los seis meses que estuvieron sin gas, en cada departamento debieron reemplazar las ventanas de los lavaderos –que eran corredizas- por ventanas fijas con la mencionada rejilla de ventilación. Además quitaron las puertas de vidrio que separaban las cocinas de los lavaderos, en algunos casos anularon las estufas de tiro balanceado y también debieron colocar una nueva rejilla de ventilación en el living-comedor.
 
Así listadas, estas modificaciones parecen pocas y sencillas, pero llevarlas a la práctica tras acordar presupuestos y repartir responsabilidades en una reunión de consorcio, no es tarea fácil. Hay consorcios que, por más que recauden expensas extraordinarias, no logran reunir el dinero necesario para encarar las obras. Por eso la falta de suministro se prolonga por meses. Otras reparaciones deben hacerlas los propietarios de los departamentos, que no siempre cuentan con el dinero. En las torres de Almagro, la ganga de cambiar las rejillas de ventilación y amurar las cocinas le costó entre ochocientos y mil doscientos pesos a cada vecino.
 
Otro impedimento que genera demora en los arreglos es que muchos vecinos trabajan todo el día afuera, sus departamentos quedan solos y no siempre quieren o pueden dejarle las llaves al portero o a otro vecino para que reciba al albañil, al gasista matriculado o al inspector de Metrogas. Y es allí donde también se genera otro inconveniente: para que la empresa reconecte el servicio, todos los departamentos deben estar adecuados. No es factible que a algunos le den gas y a otros no. Por eso, el esfuerzo y la voluntad deben darse en conjunto para que, cuando llegue la inspección, encuentre todo en orden y el prolongado corte de gas quede sólo en el anecdotario popular.
 
Un día a la vez
 
Esa pasó a ser la filosofía con la que las más de dos mil familias de La Boca afectadas por el corte de gas encaran su rutina. “Pensamos que era algo temporario –comenta una vecina de Almagro-. Por eso compramos un anafe eléctrico de los más baratos, pero al segundo día que quise hervir fideos se me quemó el enchufe. Así que tuve que comprar una cocina chica de campamento que se usa con un tubito de gas recargable. Con eso cocino desde hace dos meses pero es limitado lo que puedo preparar”. Es cierto: la potencia de la llama de esas cocinitas hace que preparar un puchero sea una tema de largas horas.
 
“Yo, porque vivo sola, me manejé como pude con el microondas y el hornito eléctrico –cuenta otra vecina de las torres de Pedro de Mendoza – Pero a mi hijo, que vive en otro piso y tiene dos nenes se le complicó más: seis meses sin comida de horno o sin un guisito para los chicos es un verdadero fastidio”.
 
“Los primeros días compramos comida hecha –dice otra damnificada- pero fue todo un presupuesto. Después compramos una cocina eléctrica y, como muchos vecinos de la torre hicieron lo mismo, saltaban los tapones de luz porque se recargaban los cables”.
 
Como éstas, cientos de historias parecidas se escucharon al momento de hablar de la comida. Pero calefaccionar los departamentos y bañarse también pasó a ser una misión imposible.
 
“Al no tener agua caliente, compramos un tanque eléctrico y lo pusimos en el baño -comenta un vecino de Pedro de Mendoza-. Pero entre que se carga y se calienta el agua, tardás mucho más: en mi casa somos seis, así que nos turnábamos para bañar los chicos de noche y los grandes de mañana. Así y todo tenés que levantarte una hora antes para poder bañarte. Es muy incómodo”.
 
Pero como siempre ocurre en cuestiones de desgracias colectivas –aunque sean pequeñas- la solidaridad fluye: “Yo fui una de las primeras que se puso el tanque eléctrico en el baño –cuenta una damnificada de las torres de Almagro – y algunas vecinas vinieron a bañarse a casa hasta que se lo pudieron comprar. Otros se bañan en el gimnasio o en el trabajos. Cada uno se arregla como puede y nosotros tratamos de ayudarnos pero ¿hasta cuándo?”
 
“Yo tengo una nena y, como soy psicóloga, atiendo pacientes en casa. –cuenta otra damnificada-. Compré todo eléctrico, gasté un montón y el departamento no se calienta como antes. Cuando me llegue la factura de la luz no sé qué voy a hacer”.
 
Es así. Más de dos mil familias de La Boca tienen zozobra, fastidio, mal humor, bronca, impaciencia… Todo, menos gas.