Remataron un sector del Comedor Esperanza

En Magallanes al 1000 funciona un comedor, una cooperativa textil y una radio comunitaria. En una práctica cada vez más común en La Boca, el inmueble fue subastado por su valor mínimo. Incertidumbre por un espacio que alimenta a decenas de chicos. Por Luciana Rosende
Remataron un sector del Comedor Esperanza

Hacía pocos días que había empezado agosto cuando un grupo de personas se presentó en el comedor Esperanza de La Boca, a metros de Caminito. “Hola, venimos a ver el espacio que se remata”, dijeron. Así se enteró Lidia López que el inmueble de Magallanes 1077, donde funcionan una cooperativa textil y una cocina anexos al comedor comunitario, estaba a punto de ser subastado. Y el miedo se hizo carne el primero de septiembre en el Salón de Remates del Poder Judicial, donde alguien (se desconoce su nombre porque otro compró en comisión) se quedó con la propiedad, a cambio de 500 mil pesos. Ni un peso más de la base de la subasta.

“Ese mismo día hubo tres remates acá en la zona. Vienen y compran por dos mangos”, dice Lidia para explicar que este remate no es un caso aislado. Por ejemplo, el conventillo de Brin 1257, que está haciendo historia porque sus habitantes lograron constituirse en cooperativa y convertirse en propietarios, antes había sido subastado. “Este edificio lo remataron con nosotros adentro”, contó en su momento Claudia, una de las vecinas. Incluso, hay quienes señalan que los compradores atentos a los remates en La Boca son siempre los mismos.
 
En el caso de Esperanza, según explicó el abogado Felipe Fuertes, la propiedad que se subastó está afectada a un expediente comercial en el que una persona presentó la quiebra de su patrimonio por deudas y los acreedores tratarían de cobrar lo que se les debe a partir del inmueble rematado. “Nunca vino nadie con un título a decirme ‘soy el dueño de esto’. Todas las mejorías se hicieron con la finalidad de que el comedor funcione bien. Nunca dijimos ‘no hagamos esto por si viene mañana un dueño’. Sabemos que no es nuestro, pero sabemos también la inversión que hemos hecho en estos años. Cada seis meses recibimos un subsidio del Gobierno de la Ciudad y con el último hicimos el entrepiso, con el anterior los azulejos; con el previo, el arreglo del techo”, enumera Lidia y señala a su alrededor.
 
La historia del comedor arrancó en 1999. Lidia y otros vecinos se organizaron en cooperativa ante una preocupación compartida: la falta de vivienda. “Se llamaba Esperanza de la Mujer: éramos la mayoría mujeres y todas de La Boca (…) Empezamos a ver en las reuniones que los chicos venían con hambre. Tenían muchas carencias. Entonces dijimos ‘vamos a poner entre todos un poquito’ y empezamos a hacer comida para los nenes”, cuenta.
 
Con el tiempo, Esperanza de La Boca creció. Al comedor se sumó la cooperativa textil –que fabrica guardapolvos comprados por el Gobierno Nacional y remeras encargadas por el espacio político Kolina, entre otras cosas- y hasta una radio que se escucha diez cuadras a la redonda y por internet. En el sector que fue rematado, además, viven varias familias. Una es la de Brian Romero, papá de un nene de casi nueve, una nena de dos y medio, viudo y bombero voluntario. “Lo que no quiero es que llegue el momento de un desalojo forzoso y estar con los nenes”, susurra cuando Lidia lo llama para contar su caso. “Estamos con mucha incertidumbre, por no saber qué va a pasar. Tenemos trabajo para tomar y no sabemos si tomarlo. El comedor sigue. Pero con la gente de la cooperativa no sé qué va a pasar”, dice Lidia, mientras el olorcito de la salsa para los ravioles que llenarán decenas de panzas comienza a invadir el lugar.