La bala policial entró por la nuca, la justicia todavía no llegó

Roberto Autero tenía 16 años, había vivido gran parte de su vida en la calle y asistía a la escuela Isauro Arancibia. El 7 de febrero, el disparo de un integrante de la Metropolitana lo mató. Tras varios meses de reclamos, la Justicia llamó a indagatoria al policía. Por Luciana Rosende

 

La bala policial entró por la nuca, la justicia todavía no llegó

Los abrazos son cosa de todos los días en la Isauro Arancibia. Al llegar, al irse, al reencontrarse. Pero los suyos, los abrazos de Robertito Autero, eran especiales. Más fuertes. Más largos. “Nosotros somos de recibir a los chicos con abrazos. Pero Rober (como le empezaron a decir cuando Robertito creció, aunque no tanto como para ser Roberto) tenía un abrazo muy potente. Como algo que viene con un plus. Será por esa forma silenciosa de estar y acercarse, tan llena de cosas. Hermoso”. Así lo recuerda Inés García Guerreiro, la docente que lo acompañó en el último año. En las mismas aulas donde por estos días se organizan iniciativas para reclamar justicia.

 

Porque a Robertito, se sabía, lo mató la Policía. Con los mismos modos de la Bonaerense o la Federal, esta vez fue la Metropolitana. El 7 de febrero, hace ya ocho meses, el agente Sebastián Ezequiel Torres le disparó en la cabeza. Robertito había golpeado el auto en el que estaba Torres, estacionado frente al Parque Rivadavia, con un arma de madera. Torres dijo después que le quiso robar y que el disparo fue en defensa propia. Pero la autopsia determinó que el tiro ingresó por la nuca. Robertito, de 16 años, se estaba yendo. Corría, tras ver al policía salir del auto. Difícil imaginar que hubiera tratado de enfrentarlo con su pistola de madera.

 

En la última semana de septiembre, el fiscal Fernando Fiszer y el titular de la Procuraduría de Violencia Institucional, Miguel Palazzani, pidieron al Juzgado de Instrucción porteño 37, a cargo de Silvia Ramond, la indagatoria de Torres. En rigor, habían existido tres pedidos previos, por parte de la Defensoría General de la Nación, que representa al papá de Robertito como querellante. Al cierre de esta edición, la jueza citó a indagatoria al policía.

 

La causa por la muerte de Robertito recayó primero en el Juzgado de Menores 7, con el adolescente imputado por presunto intento de robo. Cuando la autopsia reveló que la bala entró por la nuca, el juzgado se declaró incompetente. “Muchas de las causas de gatillo fácil empiezan así, con el menor muerto como acusado”, advirtió una fuente con acceso al expediente. “Al principio el juzgado de menores dijo que antes de indagar a Torres había que ver si estaba en condiciones. La psicóloga dijo que sí, hace por lo menos tres meses. Está probado que el arma que lo mató era del policía y que entró por la espalda, con eso debería alcanzar”, definió.

 

La comunidad del Isauro Arancibia, la escuela para chicos en situación de riesgo que funciona en Paseo Colón al 1300, advirtió la ausencia de Roberto cuando arrancó el ciclo lectivo. En mayo, legisladores y organismos de derechos humanos dieron una conferencia para denunciar el caso. Este mes organizaron otro acto frente a Tribunales, para exigir el avance de la causa. Según confirmó a este medio un vocero de la Metropolitana, Torres “está con sumario administrativo, esperando la resolución de la Justicia”.

 

“Roberto es el ejemplo de los abusos que se cometen cotidianamente hacia ellos. Desde la Metropolitana, o cuando les mojan los colchones para que se vayan. Esta cosa de invisibilizar a los pibes en situación de calle”, denuncia Juan Pablo Mantello, docente del Isauro y miembro del equipo del legislador Pablo Ferreyra. “Entrás a la escuela y hay una foto de Rober. En el primer tiempo –después que lo mataron- los chicos se acercaban y recordaban alguna anécdota. Todos tienen esas situaciones reconocidas: la relación con la Policía, ser estigmatizados, ser culpables siempre”, relata Inés, maestra allí hace 15 años.

 

Robertito tenía ocho cuando llegó. “Este año terminaría y estaría eligiendo secundaria”, dice Susana Reyes, la directora, y comenta que la mayor parte de las fotos que conservan de él son de hace cinco años, cuando lograron viajar a Bariloche. Aunque en los últimos días apareció otra: muestra a Robertito colgado de un trapecio, en pleno taller de circo. “Era muy silencioso, pero con el silencio de la decisión: cuando va a decir algo, te tira algo pensado. Era muy prolijo, cuidadoso con su cuaderno. Hacía un esfuerzo impresionante por venir. La pasaba mal afuera de la escuela -compara Inés, la maestra que extraña sus abrazos- Acá tenía la posibilidad de vivir las cosas de otra manera”. En ese afuera, donde Robertito la pasaba mal, la bala que disparó Torres le entró por la nuca.

 

 

Estrella y reclamo por Nehuén

 

Sobre avenida Carrillo, a la altura del Hospital Moyano, una estrella amarilla recuerda a Nehuén Rodríguez. Fue colocada por su familia, junto a Madres del Dolor, a mediados de septiembre en el mismo lugar donde murió hace nueve meses. Este mes, el 16, habrá un festival en el polideportivo frente a su escuela, el Normal 3. Así, todos los meses, familiares y amigos generan actividades para mantener el reclamo de justicia. Nehuén, de 18 años, murió atropellado por un patrullero de la Metropolitana, que según testigos iba veloz y sin sirena, el 15 de diciembre pasado.

 

Su mamá, Roxana Cainzos, exige que la justicia actúe contra el oficial que se llevó por delante a Nehuén y su moto. “El juez –Fernando Caunedo- dictó falta de mérito y mandó a que siga investigando la fiscalía. Seguimos peleando”, dice Roxana, quien reclama que se cite a declarar al personal de seguridad del Moyano que estaba de servicio aquella noche y que se haga una nueva pericia para determinar a qué velocidad iba el patrullero.