Aplausos para el teatro de vecinos

El teatro comunitario no sucede en el palco, nace desde la calle o en la plaza. Y, ¿dónde lo podemos encontrar?. Acercate a leer, llegó la hora de ir al teatro, no lejos, por aquí nomás. Por Armando Vidal

Aplausos para el teatro de vecinos

En el centro está el teatro profesional, el oficial y el llamado independiente, que en nuestros barrios también tiene muestras, todos los cuales comienzan desde un escenario. Y con ellos –pero no en el centro-,  el comunitario, que arranca desde la calle, desde una plaza, al estilo del ágora griego. De ese teatro, vamos hablar.

El teatro comunitario es hijo de la democracia porque proviene del seno de la sociedad y lo conforman actores que viven al lado, enfrente o a la vuelta de casa, o sea los vecinos. Ese teatro es como un hermano mayor de la clásica murga festiva.

En la Argentina, el teatro comunitario ha logrado en estos treinta y dos años un nivel de representación de la realidad y una inteligencia para comunicarse por medio de la propia gente que bien podría envidiarle el teatro mayor de los políticos, que es el Congreso de la Nación y, en especial, la Cámara de Diputados que representa al pueblo. En dictadura, ya se sabe, el único poder de la República que desaparece es el Parlamento y el teatro todo entra en colisión porque las obras quedan bajo la lupa, las amenazas o el atentado (1).

-¿Y dónde está la mayor representación del teatro comunitario en la Argentina?

-Señoras y señores, estimado público, permítanme decirles que ese ejemplo de teatro comunitario está… ¡aquííí! ¡En La Boca y Barracas!

Disfruté su calidad y sus dimensiones circenses con la primera versión de Fulgor Argentino, un club de barrio por cuya pista de baile va pasando la historia argentina desde los años treinta. Fue con el Grupo de Teatro Catalinas Sur, en La Boca, a fines de los ‘90, que se exhibió durante trece años y que desde este 26 de septiembre volvió a escena con una versión recreada.

Se repitió ese placer con Venimos de tan lejos y lo ratifiqué ahora al participar de la fiesta de El casamiento de Anita y Mirko, especie de muestra genética de nuestra identidad, obra creada como un grito de amor y esperanza en medio de la humareda de la crisis de hace quince años y desde entonces en cartel pero en el Circuito Cultural de Barracas.

Ahora bien, ¿quiénes impulsaron el teatro comunitario desde la Argentina hacia otros países? Por orden de aparición podría decirse el oriental Adhemar Bianchi, en La Boca y el porteño criado en Rawson, Buenos Aires, Ricardo Talento, en Barracas.

Bianchi arrancó en 1983, en Catalinas Sur, a pedido de la escuela, y el puñado de actores improvisados se tornó en casi un centenar. Llegó aquí en 1974, se quedó en La Boca y toda su formación teatral la volcó en la idea de los grandes grupos, como coros del teatro helénico, para obras colectivas y de tono épico, donde la memoria y la recreación de la historia es la sabia del argumento.

Por su lado, Talento, creador primero del Grupo Los Calandracas –teatro de ayuda al prójimo, podría definirse- y del Circuito Cultural Barracas, en 1996, también formado en el teatro independiente y unido a Bianchi por las utopías y sueños de los setenta (en el telón de fondo del recuerdo está Leónidas Barletta), comparte la idea de ser para reconocerse con el otro, para que juntos –sin diferencia de edades- los vecinos actores expresen lo que son y lo que sienten. Los textos, los cantos, la creación, surgen de esa catarsis de ideas y sentimientos.

Uno, Bianchi, viene de la izquierda frenteamplista de la otra orilla; el otro, Talento, estaba aquí, anclado en la cultura peronista de su infancia.

Por todo, el 11 de diciembre del año pasado, la Legislatura aprobó por unanimidad un proyecto K que modifica la ley Nº 156 para incluir la protección, promoción y difusión del teatro comunitario. Teatro como en el Teatro Brown, en La Boca; teatro, como en el teatro en la Sociedad Luz, en Barracas y  teatro comunitario para el mundo en el Galpón de Catalinas Sur y en el Centro Comunitario de Barracas.

Aplausos de pie, vecinos, aplausos...

 (1) Entre otros ejemplos, pasó en 1981 con la experiencia de Teatro Abierto, que terminó con el incendio del Teatro El Picadero, modernizado y reinaugurado en democracia veinte años después.