Murgas porteñas: Esclavos en eterna resistencia (segunda parte)

La historia del carnaval no fue todo papelitos de colores. La censura de la risa, la prohibición del ritmo del tambor y una nueva lucha: recuperar lo que aún no se ha perdido.
Murgas porteñas: Esclavos en eterna resistencia (segunda parte)

Bueno Aires, historia de prohibiciones
“El carnaval apareció en el suburbio vestido de arpillera. Una murga rante, constituida por los herederos del compadraje, le salió al encuentro redoblando en las latas vacías una copla picaresca aprendida en el baldío...” E. González Tuñón

Corría el 1600 y en el Río de la Plata ya asomaban las fiestas liberadoras de los negros esclavos que decoraban con colores las levitas que los blancos ya no usaban, llenando la noche de burlas y ritmos propios. Pero ya en 1771 encontramos la primera restricción. El entonces virrey Juan José de Vértiz prohibió “los bailes que al toque de tambor acostumbraban los negros” castigando con doscientos azotes y treinta días de prisión a quien no cumpliera la regla. También el rey de España, Carlos III, censuró los festejos por “escandalosos desarreglos de costumbres”, mientras que el virrey Cevallos se horrorizaba por “la pésima costumbre de echarse agua y afrecho”.

Sin embargo, el pueblo volvía a la calle. Máscaras, comparsas y desenfrenados ataques con vejigas de animales rellenas con agua atravesaban el centro de la ciudad. Y otra vez la censura. En 1844, Juan Manuel de Rosas prohibió con un decreto el carnaval. Pero esos diez años tristes por la ausencia de Momo no bastaron para callar la alegría: derrocado Rosas los bailes comenzaron nuevamente.

El primer corso oficial de Buenos Aires se realizó en 1869 en lo que hoy es la calle Hipólito  Yrigoyen, desde Bernardo de Irigoyen hasta la plaza Lorea. Al comenzar el siglo XX y con la llegada de los inmigrantes todo cambió. Cada barrio tuvo su murga organizada por vecinos y comerciantes de la zona. Durante el carnaval las plazas y las fachadas de los edificios se adornaban con guirnaldas y lamparitas de colores. El corso “de la Avenida” era el más famoso de la ciudad. Hasta la década del ’30 brillaba con cien mil luces y cuatro mil carteles.

Cuando todo se apagó
El carnaval porteño comenzó a apagarse con el último gobierno militar. El artículo 3 del decreto 21.329 firmado por Jorge Rafael Videla, Julio Bardi y Albano Harguindegui, prohibió los lunes y martes feriados de carnaval. Las murgas fueron silenciadas y desaparecieron de los barrios. Pero al regresar la democracia las calles de Buenos Aires volvieron poco a poco a retomar su color, su música y sus bailes. Y los murgueros se propusieron un objetivo secreto: recuperar todos juntos el carnaval perdido. 

Agrupados en Murgas Unidas Recuperando y Ganando Alegría Siempre -M.U.R.G.A.S.- lograron que la Legislatura porteña los nombrara en 1997 patrimonio cultural de la Ciudad. La declaración recogía quince años de trabajo de muchos artistas populares y artistas de generaciones anteriores, por el reconocimiento de su aporte a la identidad urbana. Marcó la culminación de una etapa iniciada con la recuperación del gobierno constitucional; etapa de búsqueda de un pasado desaparecido por la dictadura.
Actualmente las murgas están luchando para que vuelvan a declararse feriados los días de carnaval. El apoyo que se les brinde será determinante para saber si esta expresión urbana vuelve a ser una gran fiesta popular, o pasa a engrosar la lista de práctica culturales perdidas.