Una escuela bajo escombros

La lucha del Centro Educativo Isauro Arancibia por la defensa del edificio  es una constante desde sus inicios, hace ya 17 años. El año pasado debieron terminar las clases en noviembre por las obras para el avance del Metrobus con la promesa de que el nuevo edificio estaría listo el 15 de febrero.  Sin embargo, los chicos se encontraron con una escuela sin techo y un edificio provisorio sin gas ni electricidad. 

 
Una escuela bajo escombros

El Centro Educativo alberga a más de 300 chicos y jóvenes en situación de calle. Tiene primario y secundario, doble turno, talleres de artes y oficios, un jardín maternal, una vivienda para 25 personas y emprendimientos de economía social  para generar salidas laborales.  

 
A pesar de la importancia de esta experiencia educativa,  nunca contó con el apoyo del macrismo en la Ciudad y debieron afrontar  sucesivos traslados y amenazas de desalojo.  Finalmente, el año pasado las obras por el avance del Metrobús obligaron a la comunidad educativa del Isauro a terminar las clases antes de tiempo y dejar el edificio por algunos meses, antes de mudar definitivamente la sede. 
 
Luego de que un amparo judicial frenara los intentos del Gobierno por desalojar y demoler, la nueva propuesta del Ejecutivo de la Ciudad fue comprar un edificio lindante –que fuera de la editorial Distal- y permitir el retorno de la escuela a ese lugar. De acuerdo al compromiso asumido por la gestión de Horacio Rodríguez Larreta,  el nuevo edificio estaría listo el 15 de febrero. 
 
“Hoy deberían habernos entregado una parte para que pudiéramos reunirnos ahí. Ayer nos dijeron que no podíamos volver. No está nada avanzado. Creo que ni empezaron, es horrible pasar por ahí”, dijo a Nueva Ciudad la directora del Isauro Arancibia, Susana Reyes.  “Tiraron abajo una parte, está sin techo. Para chicos que no tienen techo, hoy es una escuela sin techo”, señaló.
 
La solución que les dieron desde el ministerio de Educación fue una nueva mudanza, esta vez a Carlos Calvo 190, donde funcionaban unas oficinas del Indec.  Pero el edificio no tiene gas ni instalaciones eléctricas que soporten maquinarias para el funcionamiento de los emprendimientos sociales.  
 
“Nosotros vivimos mudándonos. Todos los años. En cada mudanza perdemos de todo y nadie se hace cargo. Ahora numeramos las cajas las cerramos. Nos dijeron que nadie las iba a tocar pero los pibes que viven en la ranchada de enfrente vieron cómo sacaron todo, las cajas abiertas. Es una gran incertidumbre para ellos. No saben lo que va a pasar con nosotros”, resaltó Reyes.
 
La docente destacó que las permanentes  idas y vueltas tienen que ver con “el desamor y la falta de cuidado hacia este proyecto educativo. Hoy tendríamos que estar hablando del proyecto pedagógico del año, pero no tenemos ni nuestras cosas. El año pasado estábamos igual porque habían refaccionado: cuando llegamos habían tirado todos los libros de la biblioteca”. Y concluyó: “Venimos siendo vapuleados. Así como tratan a los pibes, en el lugar que los ponen, así tratan a la escuela”.
 
Fuente: Nueva Ciudad