La nueva rutina de los clubes de barrio

Acostumbrados al contacto y los pasillos llenos, las instituciones sobreviven a la cuarentena. Al desánimo por la falta de competencia y la baja de ingresos, contraponen la oportunidad de reivindicar su histórico rol de contención y referencia social, fundamental en las zonas más vulneradas. En esta nota la realidad de tres clubes de Barracas.

La nueva rutina de los clubes de barrio

Entre las rutinas que modificó la llegada de la pandemia, los clubes de barrio son uno de los ámbitos más perjudicados. Habituados a tener gente entrando y saliendo en sus pasillos, formando un bullicio casi inagotable en el ambiente, y haciendo del grupo y los encuentros un culto, estos lugares están hace meses dominados por un silencio letal, y plagados de incertidumbre.

Ante la imposibilidad del entrenamiento deportivo, estas instituciones centrales en los barrios se vieron ante el desafío de trasladar el espíritu de comunidad a lo virtual, mientras luchan contra la falta de ingresos. Otros, a esta tarea, le sumaron la de afianzar su rol social y colaborar con muchas y muchos vecinos que sufren en simultáneo la crisis y la enfermedad.

En primera instancia, los profesores de cada actividad se dedicaron a improvisar estrategias de entrenamientos con el único formato posible, el de videollamada. Sin embargo, padecieron una gran traba: la motivación. “Vos podés entrenar, pero el problema es, sin competencia, ¿para qué entrenás?”, cuenta Pablo Ballero, coordinador de básquet del Club Barracas Juniors.

La falta de partidos, el corazón de cualquier actividad deportiva, hizo mella en el interés de los/as deportistas amateurs de esta institución. “Empezamos haciendo videollamadas con un promedio de 30 chicos allá por abril. Y con el correr de los meses, se experimentó una gran deserción: cerca del 70 % no sigue”, explica Ballero.

Ante esto, apelaron a psicólogos para conocer herramientas que eviten un mayor desinterés en los jóvenes. Aún así, la cuestión deportiva está, por el momento, en un claro segundo plano. El coordinador de básquet es consciente de ello. “La corrección desde una pantalla se hace muy difícil en cuanto a posturas, toma de pelota o manejo de cargas. Lo nuestro es el roce, el contacto y el movimiento, y lamentablemente no podemos llevarlo a cabo por ahora”, lamenta. Por ello, sostiene que el verdadero objetivo del momento “pasa por mantener la tropa unida”. Además, gracias a los aportes y las donaciones, el club entrega, junto con la organización Encontrarnos, más de cien viandas todos los miércoles entre las 19 y las 21. Mientras tanto, sigue preparando sus instalaciones para estar listos cuando se pueda regresar a los entrenamientos.

En tanto, en el Santa Lucía, el principal desafío que trajo el virus fue el económico. “Nuestro club no vive usualmente de la cuota sino del alquiler del salón. Y al no poder hacer nada allí, estamos acumulando deudas de servicios”, describe Norberto Bevilacqua, presidente de la institución. Ante la falta de ingresos, abonar el sueldo de la secretaria, la única empleada que cobra el salario directamente desde el club se hizo cada vez más complejo.

“En el último mes, juntamos plata entre los integrantes de la Comisión Directiva”, se sincera Bevilacqua. Al tiempo acumulado de cierre se le suma que durante el verano no hay actividad allí, por lo que prácticamente el Santa Lucía lleva todo el año sin tener entrada monetaria. Por eso, el principal temor de sus directivos se traslada al momento en que se levante la prohibición de cortar servicios públicos impagos que rige actualmente.

Mientras tanto, se mezcla la actividad deportiva por videollamada con las iniciativas solidarias, que se repiten semanalmente. “Los miembros de la Comisión que podemos, por no ser del grupo de riesgo, nos juntamos los sábados para recolectar ropa y comida, y poder acercarla a comedores de la zona. Este tipo de movidas las hacemos frecuentemente y consideramos que no podemos perderlo ahora porque es lo que representa a un club de barrio”, dice Norberto.

Todavía más involucrado en la cuestión social está el Juventud Unida. Por su ubicación a metros de la Villa 21-24, una de las zonas con más casos en la Ciudad, el club cobra un rol vital en la contención de las familias. “No exigimos entrenamientos porque sabemos de las dificultades de la conectividad. Lo nuestro es estar presentes, acompañar y contener”, indica María de los Ángeles.

Sin actividad en fútbol y patín, Juventud Unida improvisó una logística enorme con el objetivo de colaborar con los vecinos del barrio, ya que muchos/as sufrieron contagios del virus. “Abrimos la institución para ofrecer el espacio a los colegios del distrito quinto, y puedan centralizar la entrega de la canasta alimentaria. También hemos hecho ollas populares, acercando donaciones y bidones de lavandina”, cuenta.

A través de WhatsApp, se mantienen en contacto permanente con los socios. “Estamos abiertos a que nos trasladen las dificultades que tienen. El coordinador deportivo, que vive en el barrio, muchas veces nos trae iniciativas, hemos hasta comprado maquinaria para desinfectar las casas”, agrega María de los Ángeles.

Sin la presencia cotidiana de las escuelas, referencia importante en las barriadas populares, los clubes de barrio profundizan aún más su rol social. Las tres instituciones deportivas consultadas en esta nota tienen como próximo objetivo el Día de la Niñez. Por lo que están recibiendo donaciones de juguetes y de golosinas para repartir entre las familias.

Cómo colaborar

  • Club Atlético Barracas Juniors: Hornos 1850. Recibe donaciones los sábados de 14 a 17hs.
  • Club Social Santa Lucía: Av. Montes de Oca 1517. Donaciones los sábados de 10 a 13hs.
  • Club Juventud Unida Barracas: Av. Iriarte 3276.