Agresión contra la Mesa de Escrache

Una semana antes de la marcha del escrache al cura Hugo Bellavigna, atacaron y amenazaron a un grupo que estaba difundiendo el evento en Villa del Parque.
Agresión contra la Mesa de Escrache

A continuación transcribimos textual el comunicado de denuncia que difundieron los integrantes de la Mesa de Escrache:

“El sábado 20 de noviembre por la tarde, tres jóvenes de alrededor de 25 años y dos hombres de alrededor de 50 años, entre estos últimos uno con una cachiporra y otro con una pistola en la cintura, agredieron a golpes y amenazaron de muerte a militantes de la Mesa de Escrache Popular que repartían volantes en la calle Paz Soldán al 4700 (en el sector del barrio de la Paternal conocido como la Isla). Se trató de una agresión a la  Mesa (de la que forman parte la Asamblea de Gallardo y Corrientes, la Asamblea Popular de La Paternal, la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Villa del Parque, Anfiteatro La Floresta, entre otras organizaciones) por patoteros que, con su actitud beligerante y agresiva, reivindicaban al cura Hugo Bellavigna, reconocido cómplice de la dictadura genocida (1976 –1983).

A eso de la cinco de la tarde, un grupo de algo más de 10 miembros de la Mesa, formado por hombres y mujeres con edades que van desde los 20 y pasan los 50, repartían volantes y pegaban afiches en la calle Paz Soldán al 4700. En el contexto del escrache contra el cura Bellavigna (presbítero del penal de Villa Devoto y cómplice del Primer Cuerpo de Ejército en los años de dictadura), se trataba de difundir la marcha que se realizará el sábado 27 de noviembre. Mientras esto sucedía tres jóvenes de veintipico de años merodeaban el lugar en actitud vigilante. La charla con los vecinos se daba de forma habitual, hasta que una señora intentó arrancar uno de los carteles al grito de “ustedes ensucian a la gente”.

Una de las mujeres de la Mesa se acercó y le preguntó a la señora que forcejeaba con el afiche si sabía quién era el cura. Estando en eso, los tres jóvenes agredieron a empujones al resto de los militantes al grito de “fuera de acá, se van de acá”. Algunos integrantes de la Mesa trataron de contener la situación. Hasta que los muchachos agredieron con golpes. Alguien les gritó ”fascistas”. Exaltados, los otros amenazaron “quieren tiros, acá va a haber tiros”. A esta altura la situación era incontenible. La Mesa de Escrache tiene por consigna no responder a las  provocaciones. Sin embargo, la elemental defensa de algunos militantes hizo que se desarrollara una gresca en la que se cruzaron golpes de puños. Un pendenciero de unos 50 años apareció con una cachiporra y otro bajó de un automóvil, según testigos, con una pistola en la cintura. Ambos amenazaron a los militantes por los Derechos Humanos. Se sucedían las corridas y otros patoteros que respondían al puntero del PJ zonal se sumaban al caos. Cuando la situación fue controlada, la Mesa se retiró del lugar. Uno de los militantes tenía una herida sangrante sobre ceja derecha y otro se quebró la mano derecha.

Un alma buena
El ataque pareció, por lo menos, coordinado entre la señora del afiche y los secuaces del cura. Algunos testigos opinan que fue la propia señora la que llamó a los pendencieros de corte fascista antes de que la soleada tarde se plagara de violencia. Dentro del penal de Devoto (entre 1976 y 1983), Hugo Bellavigna formó parte de la Comisión Interdiciplinaria que dependía del Primer Cuerpo de Ejército (cuyo jefe era el general Carlos Suarez Mason) y cuya auridad en la cárcel, era el coronel Carlos Sánchez Toranzo. La Comisión acosaba a las detenidas políticas y Bellavigna, a través de la confesión, participaba de esta clase de tortura psicológica. El sábado, mientras intentaba arrancar el papel, la desquiciada mujer afirmó “Bellavigna es un alma buena”.

Zulema Facciola, una reconocida militante católica de 67 años, no opina igual. Facciola estuvo detenida en el penal de Devoto entre 1976 y 1983, por orden del Poder Ejecutivo sin que mediara ninguna acusación en su contra. Hoy en día, recuerda: “dada mi fe cristiana traté de tomar contacto con el sacerdote Bellavigna. Pero cuan no sería mi sorpresa, o mi desagradable sorpresa, al encontrar un hombre bastante hosco, poco receptivo a los pedidos de las presas políticas y que en todo momento se amparaba en las disposiciones penitenciarias. O sea que nada de lo que se le pidiera, desde el punto de vista humano simplemente, desde el punto de vista cristiano, allí había situaciones de flagrante injusticia, que tocaban principios fundamentales, donde el amor al prójimo tendría que ser la norma fundamental, y sin embargo, este señor Bellavigna siempre decía que en la cárcel eso no se podía. Nada, nada. Ni siquiera interceder ante las autoridades, porque a veces no se le pedían cosas extraordinarias. Simplemente interceder ante las autoridades, pero siempre se opuso. Muchas veces yo me he sentado ante él pidiendo por otras compañeras. Allí había ancianas y había casi adolescentes, que solían estar castigadas en unas celdas pequeñas cerradas, con frío. Los ‘chanchos’ le llamábamos. Eran unos calabozos pequeños, sin baño. En fin. Sin agua, a veces. ¡Sin agua!, cosa que es elemental en el verano tener carencias de agua. Y a veces, tenían problemas de salud muy serios y sin atención médica, sin nada”.

Facciola agrega: “A este señor Bellavigna, cuando le presentábamos los principios cristianos, los principios evangélicos, nos respondía con las disposiciones del Servicio Penitenciario Federal. Ahí hay una contradicción muy fuerte. Yo sinceramente pienso que cualquier ser humano tiene que ser sensible a ciertas situaciones, pero mucho más un cristiano –resalta con el tono de voz-. Y muchísimo más un sacerdote”.

El sábado 27 la marcha del escrache contra el presbítero cómplice del genocidio comienza en Juan B. Justo y avenida San Martín a las 15 horas. Y de ahí se dirigirá hacia la parroquia Santa Inés Virgen y Mártir en donde el cura aun da misa. Ante la agresión facista, la respuesta de quienes bregan por los Derechos Humanos pero también por una democracia participativa y justa debe ser clara. Y masiva. Ya lo dice el refrán: ‘Si no hay justicia, hay escrache’”.