Un puente de poetas y flores

 El ciclo estacional y autogestivo Arrojas Poesía al Sur eligió el Nicolás Avellaneda para recibir la primavera. Allí, donde se unen y dividen La Boca e Isla Maciel, la acción cultural-política desplegó música, poemas y hasta imágenes proyectadas en las paredes. Por Fabiana Montenegro 

Un puente de poetas y flores

 La cita fue el sábado 24 de septiembre. El puente Nicolás Avellaneda, rescatado del abandono en 2010 por iniciativa de trabajadores, organizaciones sociales y vecinos de La Boca e Isla Maciel, se cubrió de flores y poesía. Justo ahí, “en el límite entre la ciudad de Buenos Aires, siempre asombrosa, siempre vital, y el conurbano”, como dijo la poeta Alicia Genovese, presente en el encuentro. “En uno de esos maravillosos puentes que unen (y separan) dos espacios; en esa herida de los límites y a la vez, lugar histórico de la inmigración a la que estamos ligados, de uno u otro modo”.

 
La organización estuvo a cargo de Arrojas Poesía al Sur, el ciclo estacional, autogestivo e intermitente, que desde hace seis años pergeñan Marta Sacco y Zulma Ducca. “La apuesta –expresó Marta a Sur Capitalino- es hacer visibles los lugares que elegimos y vincularlos a la poesía, en sus diversos formatos, poniendo el foco en los cambios de estación, en la problemática de los recursos naturales y en la recuperación del Riachuelo.”
 
Un ciclo con historia
En museos, lugares públicos o remontando el río en una isla del delta de Tigre, el ciclo se caracteriza por realizarse en lugares poco convencionales y con una estética particular.
El 21 de marzo de 2012 –comienzo del otoño- que coincide con el Día internacional de la poesía, y de San Benito, el centro fue la figura de Benito Quinquela Martín. “En esa oportunidad –cuenta Marta- obsequiamos al público un libro realizado por Eloísa cartonera, con reproducciones de poemas dedicados a Quinquela pertenecientes a un lote de alrededor de 200 poemas, que guarda su archivo personal.”
 
En 2015, para celebrar los 120 años del pintor, se realizó un banquete poético en el Teatro Brown, donde se sirvieron fideos de colores y se entregaron estampitas de San Benito, una reproducción de la pintura de Alejandra Fenochio, artista del barrio.
 
El Malevaje –frente a las vías, con fueguito y tambores-, el bar Los Laureles, el espacio cultural que tienen unos vecinos franceses, y Los Pibes, fueron también puntos de encuentro de este ritual urbano que, como expresó Marta, “recupera la tradición que, desde nuestros ancestros, reúne en cada cambio de estación a poetas y a músicos”.
 
En esta oportunidad, la primavera llegó para hacer de la flor, el más fuerte estribillo de un pueblo, como dice la canción de Geraldo Valdré, Pra não dizer que não falei das flores, que los asistentes entonaron acompañados de guitarra y charango. “Caminando y cantando una misma canción/ en los barrios, suburbios, se escucha la voz/ somos todos iguales diciendo que no/ a la guerra, las armas, la ley del cañón”.
 
Luego, acompañados por los tambores de África ruge, vecinos y artistas atravesaron el puente, danzando y arrojando flores. Una performer poética y potente que expresa la esperanza de recuperar la belleza que el riachuelo esconde en sus aguas.
 
Ya en la cabecera de Isla Maciel, anfitriones escritores, artistas y poetas deleitaron con la lectura de sus poemas. Alicia Genovese, Andy Nachón, Claudia Masin y Diego Ravenna, los chicos del taller Belleza y Felicidad-Fiorito y poetas del taller literario del Frente de Artistas del Borda.
 
También leyeron y oficiaron de anfitriones, escritores y artistas vinculados a La Boca: Amina Chachi Azura, Amalia Boselli, Iosi Havilio, Adrián Taylor y Maggi Persincola.
Alicia Genovese leyó un fragmento de Puentes, el poema que se convirtió en libro, donde recupera su infancia y adolescencia en la zona sur de Buenos Aires y el cruce de los puentes para llegar desde el conurbano a la Capital Federal. Ese cruce de puentes, explicó, durante años fue una divisoria. “Puente Avellaneda, Pueyrredón/ Puente Alsina cambiado el nombre/ en los mapas/ por el mismo zanjón del Riachuelo/ Puente La Noria. Pasajes/ al otro lado de la ciudad”. “Pasos del Riachuelo/ garganta de agua pesada/ que me vuelve costosamente a mí.”
 
“Con la capacidad intacta de sentir y de crear”, como expresó uno de los integrantes del Frente de Artistas del Borda, estos poetas que arrojan poesía al sur del hemisferio manifiestan que es posible habitar de otro modo la vida.
 
Después de un breve receso donde se ofreció un buffet que estuvo a cargo de Trabajadores del Puente, el grupo Al ver verás intervino el espacio con música y arte visual en tiempo real.
 
Mientras sonaba el exótico ukelele de Gastón Gonçalvez (Los Pericos) y, sobre las paredes y el techo del espacio se dibujaban imágenes gelatinosas de colores y formas variadas que se fragmentaban como un caleidoscopio, los participantes miraban ese ir y venir de las figuras que se movían al compás de la música. La gente del barrio –esos que antes de que el puente fuera restaurado cruzaban en bote el río- ahora subían o bajaban por escaleras mecánicas, al tiempo que observaban sorprendidos la belleza de la noche.
 
En definitiva, como dice Susana Thenon: “El poema es el puente que une dos extremos ignorados. Pero es también esos extremos”. Y todos los que participamos, gracias a la iniciativa de Arrojas Poesía al Sur, fuimos el medium en esa “venturosa incursión por lo ignorado”.
 
Una edición, que, según resumió el poeta Iosi Havilio, fue más Arrojas y más al Sur que nunca. Y también, más que nunca, una acción poético-política.