Una historia de desidia

El terreno lindero al Cesac 41 es un espacio público. Sin embargo, desde hace más de una década el Gobierno porteño no impulsa ninguna política para devolverle el predio al barrio. Ahora, tras el cierre temporal de la salita por hechos de violencia, la comunidad volvió a reclamar su recuperación.

 

Una historia de desidia

El terreno tiene más de 1000 metros cuadrados. En su superficie entran seis edificios del tamaño del Cesac 41. Actualmente, pertenece a la Dirección de Bienes del Ministerio de Economía porteño. Es decir: su dueño somos todes. Pero este dato parece no importarles a las autoridades del Gobierno de la Ciudad. Ni a la gestión actual ni a sus predecesoras. Ninguna intervino ni generó ningún tipo de política para que el espacio público sea utilizado por la comunidad. Por eso, desde que la salita abrió sus puertas hace 12 años, los conflictos con quienes regentean “el poli” se suceden sin solución. El último hecho violento derivó en una acción inédita: el equipo de salud tomó la difícil situación de bajar la persiana en plena pandemia. La medida se sostuvo por tres días y se revirtió gracias al enorme apoyo del barrio, el mismo que en 2008 logró, a fuerza de reclamos, la apertura del Cesac.

El nuevo hecho de hostigamiento ocurrió el jueves 27 de agosto cuando entró a la sala de espera un hombre que reclamaba por un corte de luz en el predio vecino. De forma violenta y con amenazas de romper todo –y frente a madres y niñes asustados- quería entrar al tablero eléctrico a la fuerza. “Le explicamos que nosotros no le cortamos la luz y que no teníamos acceso al tablero, pero siguió patoteando diciendo que se resolvería por las buenas o por las malas”, relató una de las médicas que presenció la situación. En seguida, la directora del Cesac 41, Noemí Ledesma, realizó las denuncias correspondientes tanto en la Comisaría 24 como en la Fiscalía del Sur.

La disputa por la energía es sólo uno de los ejes de conflicto. Lo supo ser el teléfono o la salida de emergencia de la salita. Cuando se les pregunta a les trabajadores de la salita por la respuesta del Estado, todos recuerdan las visitas del jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, quien recorrió el Cesac en dos oportunidades. La primera, en el verano de 2016. “En el recorrido le mostramos la farmacia. Hacía mucho calor y la ventana estaba cerrada. El lugar no tenía ventilación. Le explicamos que no podíamos abrirla porque al lado estaba la jaula con unos 10 perros y sus excrementos, con un olor horrible”, se acuerda Tamara Socolovsky, la psiquiatra infantil. Ese día, Larreta le derivó la solución del problema a Jorge Apreda, el presidente de la comuna 4, “pero no pasó nada”.

En 2019, en plena campaña electoral, el jefe porteño volvió a pisar el Cesac junto con autoridades del Ministerio de Salud. “Le volvimos a reclamar por el predio, le relatamos el conflicto y le entregamos nuestros proyectos para llevar a cabo en el espacio público lindero. Larreta nos dijo ‘la tercera tiene que ser la vencida, no puedo volver sino se resuelve este tema’. Y no volvió”.

Protegidos

El Cesac se inauguró en mayo de 2008 en un predio de la Secretaría de Deportes de la Ciudad, que le cedió al Ministerio de Salud para que se construya la salita que tanto necesitaba el barrio. El resto del enorme terreno de Ministro Brin al 800 seguiría funcionando como polideportivo. “Poco después empezamos a ver que se alquilaban las canchitas, con precios anunciados en carteles, y que la persona que lo comercializaba decía tener una cesión por parte de la comuna”, recuerda una integrante del equipo de salud que ya no trabaja en el Cesac. Cuando averiguaron, efectivamente la cesión existía y había sido otorgada por el jefe comunal y la secretaría de Deportes. “Entonces empezamos a reclamar por qué un espacio público se usaba comercialmente de manera privada. La respuesta fue abrir una escuelita de fútbol infantil regenteada por otra persona del barrio”.

A los meses, llegaron las quejas de algunas familias porque sus hijos no podían acceder a jugar los campeonatos de futbol infantil ya que no podían pagar la cuota que les exigían. Los padres llevaron el planteo ante la Asesoría Tutelar: “En la mediación con Deportes –continúa la médica que prefiere quedar en el anonimato- nos informan que el lugar ya no estaba cedido a un particular y que ahora lo tenía a cargo una asociación sin fines de lucro. La presidía la ex esposa de Niembro”.

Se trataba de la Fundación Social para el Bienestar de la Gente, presidida por Mirta Brizuela, ex del periodista deportivo Fernando Niembro. Con sede en Hernandarias y Aristóbulo del Valle, la fundación tuvo desde sus inicios en 1997 lazos muy fuertes con el macrismo y con su política en el Club Boca Jrs, a tal punto que el dirigente Roberto Digón recordó en 2015 que la ONG recibía entre “10 mil o 20 mil dólares mensuales a pedido de Macri”. Después, el financiamiento habría venido directamente de la gestión en la Ciudad. Según una denuncia presentada en la Justicia contra Niembro, la Fundación habría recibido 2,5 millones de pesos de las arcas públicas.

Con estos datos más otros relatos sobre supuestas presiones tanto a la asesoría tutelar como a la jueza que debía ocuparse de investigar la cesión del predio, en el Cesac (y en el barrio) siempre se habló de una protección “de las altas esferas del Gobierno”.

Tiempo después, el predio pasó a ser “controlado” por la persona que lo hace hasta la actualidad. En reiteradas oportunidades, esa mujer habilitó el sector de los vestuarios para que vivieran distintas familias a cambio de un pago. Siempre buscó que tuvieran niñes a cargo, para complicar cualquier tipo de desalojo.

Finalmente, tras los incesantes reclamos del equipo de salud para que se investiguen las irregularidades en la tenencia del predio, el Gobierno porteño inició un juicio de desalojo que se concretó en septiembre de 2018. La familia se fue, pero quedaron los perros bajo la promesa escrita de retirarlos a las dos semanas. Eso nunca sucedió y recién un año después, tras la visita en campaña de Larreta, un móvil del Pasteur asistió al lugar. Pero en el medio del operativo, la mujer se opuso y amenazó, una vez más, al equipo de salud con “quemar el Cesac”. Actualmente, los perros siguen allí y son el argumento de quienes usurpan el lugar para no regresarle al barrio un predio que es de todes. Los otros argumentos, los que debería dar la Ciudad por no recuperar el predio, ni siquiera existen.

Sin embargo, después de 12 años y gracias a la lucha de vecines, organizaciones y trabajadores, hoy parece abrirse una nueva etapa. Ampliar el Cesac y generar un espacio de recreación para les chiques de La Boca son dos de las ideas que se comenzarán a analizar en la mesa de trabajo intersectorial que el viernes 4 de septiembre se reunirá en la Defensoría del Pueblo.