El sur de la Semana Trágica

Enero de 1919. Huelga en la metalúrgica Vasena en reclamo de mejores condiciones laborales. Represión. Muerte. Resistencia. El conflicto escala y se transforma en una de las mayores masacres contra el movimiento obrero argentino. Gran parte de la violencia estatal y parapolicial ocurre en los barrios que bordean ambos lados del Riachuelo.  

El sur de la Semana Trágica

Se cumplieron, por estos días, 105 años de aquella semana de enero de 1919 en la que una huelga en los talleres metalúrgicos de Vasena e Hijos Ltda. se expandió desde la fábrica a toda la ciudad de Buenos Aires e incluso más allá. Los obreros reclamaban una reducción de la jornada de trabajo, el aumento de los jornales, el pago de las horas extras y la eliminación del trabajo a destajo. También defendían su derecho a estar organizados en un sindicato.

La huelga fue histórica, no solo porque trascendió las paredes de los talleres Vasena sino por la violenta respuesta de las fuerzas del Estado (presidido por Hipólito Yrigoyen) y parapoliciales que terminó con cientos de personas muertas. Nuestro territorio, a ambas márgenes del Riachuelo, no permaneció ajeno a la conmoción.

 

Tensión en Nueva Pompeya

Tras 36 días de huelga los directivos de Vasena siguen intransigentes a las demandas obreras y contratan rompehuelgas que mantienen los talleres en funcionamiento. Los obreros también están firmes en sus reclamos. La mañana del 7 de enero de 1919, un grupo de huelguistas se acerca a las inmediaciones de las actuales calles Pedro de Mendoza y Diógenes Taborda, donde estaban los depósitos Vasena, para intentar convencer a los esquiroles que conducían las “chatas” con materiales hacia los talleres de San Cristóbal, de sumarse a la medida de fuerza. La respuesta fue una descarga de armas de fuego. Las fuerzas policiales que estaban en las inmediaciones se sumaron a la balacera. Se estima que 4 muertos y 40 heridos, en su mayoría vecinos de Pompeya, regaron con su sangre las calles del barrio.

 

A principios de la Semana Trágica

Los sindicatos de obreros metalúrgicos, de la construcción, del calzado, de la construcción naval, curtidores, molineros, tabacaleros, tapiceros, toneleros, se solidarizan con los trabajadores de Vasena y convocan a la huelga para el día 9.  En Nueva Pompeya, comercios y talleres permanecen cerrados en solidaridad con las víctimas de la represión.

El mismo 9, las y los obreros de la fábrica Alpargatas, los pasteleros, ebanistas y los talleres de las inmediaciones del Riachuelo paralizan sus actividades. Desde el local del partido socialista de la calle Loria, una nutrida manifestación se pone en marcha rumbo al cementerio de la Chacarita, con los féretros de las víctimas de la represión del 7. A su paso se cierran los comercios en señal de duelo. La columna se irá engrosando a lo largo del trayecto.

En el camino se producirán enfrentamientos entre la policía y los manifestantes.  Los más feroces serán en los talleres Vasena, en La Rioja y Cochabamba, y en la iglesia Jesús Sacramentado, en Corrientes y Yatay. Cuando la movilización llegue al cementerio será recibida, una vez más, por disparos policiales. Las víctimas de la jornada se contarán de a decenas. Esa noche se registrarán estallidos locales en distintos barrios porteños. 

 

Mediados de semana

Los frigoríficos ubicados en Avellaneda, como “La Negra”, “La Blanca” y “Wilson”, se ven afectados por el paro de los trabajadores en los mataderos y por los piquetes de huelga en sus inmediaciones. Esto, sumado a la huelga de los panaderos y otras actividades, ocasiona el virtual desabastecimiento de la Capital y otros centros urbanos.

Desconfiadas de la capacidad del gobierno radical para lidiar con la situación, las clases altas, alineadas con el conservadurismo, adiestrarán militarmente a sus jóvenes para formar grupos de choque parapoliciales. La formación se hará en el Centro Naval y estará a cargo del contraalmirante Domecq García y sus oficiales: nace la Liga Patriótica, jóvenes de la oligarquía que, armados y arengados por los marinos, recorren, a bordo de autos familiares, los barrios obreros para castigar a quienes se atrevan a cuestionar el orden establecido.

La Liga Patriótica, la prensa oficial, la policía y el gobierno identifican a los huelguistas con bolcheviques soviéticos.  A estos con inmigrantes rusos. Y a los rusos, con quienes profesan la religión judía. Siguiendo este razonamiento, recorren Balvanera, Almagro y Villa Crespo atacando a cualquiera que se cruce en su camino. Envalentonados por el éxito inicial de su plan de terror, la Liga Patriótica decide expandir su radio de acción hacia el sur.

 

Hacia el fin de la Semana Trágica

El territorio de La Boca que hoy conocemos como “Barrio Chino” tenía otro nombre a principios del siglo XX. Con una alta densidad de pobladores anarquistas y socialistas que habían pasado un tiempo a la sombra, en el penal de Ushuaia, era conocido como la “Tierra del Fuego”.

Cuando los muchachitos de la oligarquía llegan a este extremo sur de la ciudad, son recibidos por una andanada de piedras, una lluvia de agua hirviendo y disparos de distintos calibres que buscan la revancha de la sangre obrera derramada.

El oficial de policía José Ramón Romáriz, en funciones en la comisaría de La Boca, que después será conocida como “la 24”, contará en sus memorias que: “Se nos hacía fuego desde varios lugares a la vez: desde lo alto de las azoteas, por las ventanas abiertas de las casas de madera, y aun desde los zaguanes.  Estábamos bloqueados y en el más completo aislamiento, (…) nadie concurría en nuestro apoyo o protección. Me asaltó (…) la idea de que de allí no saldríamos con vida. Pensé que la revolución, que adjudicábamos a un sector circunstancial de la población, tomaba las graves proporciones de una insurrección armada de todo el pueblo”.

El conflicto que parece extenderse, pero a un costo muy alto para las organizaciones obreras, lleva al gobierno y a los sindicatos a buscar una salida.  Los directivos de Vasena aceptan las demandas de los metalúrgicos y el gobierno se compromete a liberar a los detenidos durante las jornadas de enero, a la desmilitarización de los centros urbanos, a respetar la libertad de reunión y a no tomar represalias jurídicas o policiales contra los militantes.

La Semana Trágica dejará una profunda huella en la memoria de los sectores populares que se pondrá de manifiesto en las formas de encarar la lucha reivindicativa en adelante. Y si prestamos atención, mientras caminamos por nuestras calles, escucharemos los ecos de esas luchas en las luchas de estos días.