Chats para el espanto

Hace algunos días se conoció una serie de mensajes escritos por alumnos de la escuela secundaria San Juan Evangelista de La Boca. Hablaban de violar y descuartizar a compañeras. El caso se viralizó e intervino la justicia. Pero no es la excepción. La violencia y los discursos de odio aumentan día a día en las redes sociales. Pero ¿qué los habilita?. En esta nota indagamos en el contexto y algunos porqués.

Chats para el espanto

La primera reacción fue el estupor. La comunidad educativa de la escuela secundaria San Juan Evangelista, de La Boca, quedó atónita ante la virulencia y la crueldad de chats donde un grupo de adolescentes hablaba sobre sus compañeras. Entre los mensajes decían que planeaban violarlas, descuartizarlas, tirarlas al río. Por ser ‘feminazis’, uno de los argumentos. El caso se viralizó, llegó a los grandes medios y fue denunciado. Pero, más allá del espanto, ¿por qué? 

El episodio dejó más preguntas que otra cosa. ¿Qué llevó a un grupo de chicos a referirse así a sus amigas, algunas con las que comparten la escuela desde jardín? ¿Faltó más Educación Sexual Integral? ¿Incidió el contexto de violencia creciente? ¿Se sintieron habilitados por los discursos de odio que disparan distintos políticos libertarios de primera línea, desde el presidente electo para abajo? 

Los chats en cuestión fueron difundidos por una usuaria de la red X (antes, Twitter) y el posteo se viralizó, con casi dos millones de visualizaciones. Pero ese mensaje tomaba material ya publicado por los propios involucrados: uno de los adolescentes se expuso junto a sus amigos en su cuenta de Instagram. Tras las denuncias de la escuela y de al menos dos familias de las víctimas, la fiscal porteña Carolina Aneley Zanni -especializada en violencia de género- ordenó cuatro allanamientos a los alumnos y finalmente imputó a doce de los adolescentes por el delito de amenazas agravadas y les impuso una medida perimetral para impedir que se acerquen a sus compañeras. 

Según un relevamiento de Unicef, 4 de cada 10 adolescentes sufrieron violencia a través de las redes, y 9 de cada 10 fueron testigos de un ataque hacia otra persona o grupo en ese ámbito.

“Lamentablemente, vemos con enorme preocupación el recrudecimiento de los discursos que incitan al odio y que se plasman no solo en entornos digitales sino también en espacios como la calle”, afirmó Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina. “Esta demanda es aún más urgente entre las mujeres y las diversidades sexuales, entre otros colectivos”, agregó. 

Pero no es sólo cuestión de contexto electoral. El cruce entre las violencias, las redes y les adolescentes tiene raíces más profundas. Con la pandemia de coronavirus como punto de inflexión. Según un relevamiento realizado por Unicef a través de la plataforma U-Report Argentina en mayo de 2021 entre casi 800 chicos y chicas, cuatro de cada diez sufrieron violencia a través de las redes, y nueve de cada diez fueron testigos de un ataque hacia otra persona o grupo en ese ámbito. Cerca de 3 de cada 10 admitió haber tenido alguna actitud ‘hater’ (odiante) publicando, respondiendo un comentario o difundiendo una agresión.

El fenómeno tiene alcance global y se une a otro, de más larga data: la violencia hacia las mujeres, que muta (o no tanto) y se da también en el plano virtual. De acuerdo a un estudio de Economist Intelligence Unit publicado en 2021, el 85% de las mujeres con presencia en Internet en el mundo han sufrido o presenciado violencia machista en el ámbito digital. 

La interacción entre discursos de odio proliferados desde las derechas y violencia digital creciente entre adolescentes tampoco es exclusiva de la Argentina. Así se leía en una nota del diario español La Vanguardia publicada en marzo de este año: “Este discurso en contra del feminismo, difundido principalmente por partidos políticos de ultraderecha, también ha calado en la población más joven. Según el Barómetro Juventud y Género de la Fundación FAD Juventud, uno de cada cinco jóvenes varones de entre 15 y 29 años consideran que la violencia de género se trata de un ‘invento ideológico’.” 

En estos pagos no sólo hay discursos que pueden amplificar estas posturas sino hechos, como la promesa mileísta de cerrar el Ministerio de Géneros y eliminar la obligatoriedad de la ESI, pese a que su importancia se plasma en cifras: un estudio publicado por el Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires reveló que entre el 70 y el 80% de los niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 14 años pudieron comprender que fueron abusados después de recibir clases de educación sexual integral. 

Ante la consulta sobre el dictado de ESI en la escuela San Juan Evangelista, desde la institución aseguraron que “hace más de 15 años venimos dando ESI, con una mirada amplia de género, con una mirada integral y hemos realizado varios talleres preventivos de violencia de género”. A eso se sumaron los contenidos generados tras la viralización de los violentos chats, para trabajar el tema con las y los adolescentes y sus familias. 

¿Por qué estos adolescentes escribieron esos mensajes, tan ofensivos que cuesta reproducir? ¿Por qué esa violencia sexual virtual hacia sus propias compañeras? ¿Qué pasó en sus casas cuando el tema trascendió? ¿Qué pasó con el resto de los compañeros? La sucesión de preguntas podría seguir, y las respuestas probablemente no alcanzarían para entender. 

Semanas atrás se publicó un libro que analiza cómo se están formando y con qué están lidiando pibes como los de esta escuela, adolescentes de hoy. “De chicos a hombres: guía de educación sexual integral para trabajar con los varones en la escuela y la familia”, fue lanzado por Fundación Huésped como una herramienta para abordar situaciones protagonizadas por adolescentes en tiempos de luchas feministas pero también de cancelaciones y escraches, de mandatos cuestionados y soledad en redes. ¿La propuesta? Más diálogo y reflexión colectiva. Y más ESI.