La Boca de la pandemia
El barrio cambió su fisonomía.
No solo por los tapabocas que improvisan vecinos y vecinas. También por las largas filas para buscar un plato de comida. Almuerzo, merienda, cena. Mucho taper y guiso solidario. Poco y nada de Estado.
El barrio cambió su fisonomía.
Por un Caminito silencioso y vacío. Y cientos de feriantes, artistas y vendedores ambulantes sin trabajo.
Por un Riachuelo algo menos sucio. Con peces boqueando alguna burbuja.
Un barrio donde el aislamiento no aísla, donde las piezas de conventillos se vuelven aún más chicas, y el patio de la calle duele ausencia de chicos pateando una pelota, tirando un paso de la murga de la esquina.