Barrios sin cultura
La gestión de Jorge Macri dispuso un fuerte recorte en el Programa Cultural en Barrios, que brinda talleres gratuitos en 36 sedes. Nuestra comuna tiene tres espacios que ya viven el achique de horas cátedra de les docentes, lo que impacta en los cupos o directamente en la oferta de clases.
El ajuste que Jorge Macri está haciendo en la Ciudad de Buenos Aires, como obediente alumno de Javier Milei, tiene como una de sus mayores víctimas a la cultura. Es que el Programa Cultural en Barrios, una de las políticas públicas de cabecera en el territorio porteño que ha trascendido a distintos gobiernos, experimenta un fuerte recorte.
Decenas de vecinos y vecinas de la Comuna 4 y alrededores se ven afectados por la medida, a la que se resisten los espacios culturales. Es que allí concurren a los talleres y clases de manera gratuita, en una forma de inserción y vínculo a través de la cultura, pero en una iniciativa que se transforma en ámbito de pertenencia y contención. Son tres los lugares donde se dicta el programa en el sur de la Ciudad: dos en Barracas (La Usina y Nuestra Tierra) y uno en Pompeya (Homero Manzi).
Estos espacios, al igual que los otros 33 que se desparraman por barrios de otras comunas, están en alerta y movilización ante el recorte de horas cátedra, que en los hechos implica una reducción en la oferta de talleres. Y como consecuencia, el despido o la fuerte baja en los ya precarios ingresos de les docentes.
“El programa es de promoción cultural, los vecinos pueden acceder gratuitamente a un espacio cercano a tomar clases y talleres de distintas disciplinas artísticas. Hay que pensar en la distribución geográfica que tiene a lo largo de la Ciudad, y lo que implica el acceso descentralizado a la cultura”, razona Carolina Fernández, coordinadora desde 2019 de La Usina, ubicada en Santo Domingo 2752.
“Estos son espacios donde las personas no sólo aprenden un lenguaje artístico, sino que son de encuentro, contención y sostén barrial”.
La gran mayoría de las sedes del programa están en escuelas y en ellas funciona cuando finaliza el horario de clases, entre las 18 y las 21 horas. Pero también están los “espacios asociados” como el de La Usina, que desde 1997, muy poco después de la creación de la Ciudad Autónoma, firmó el convenio de adhesión. El programa es más antiguo: se remonta a los primeros tiempos de la democracia, con Pacho O´Donnell a cargo del área de cultura en el alfonsinismo.
“El programa viene ya muy vapuleado y sufre golpes de cada gestión. Esto que está pasando ahora, se había dado cuando Hernán Lombardi asumió en Cultura, con Mauricio Macri. El modus operandi es apuntar primero a los contratos, no renovándolos. Nuestros contratos cayeron como siempre en diciembre y los tenían que renovar en enero de este año. En ese momento recibí un mail que decía que no me lo iban a renovar. Sabemos que hubo una bajada en el Gobierno de la Ciudad de hacer una reducción en la planta”, describe Carolina.
Esta incertidumbre para tantos docentes se suma a la situación de precariedad general que viven como la mayoría de los empleados del Estado. “Es una planta transitoria no formal, se renueva anualmente, sin acumular antigüedad. Y a su vez, la forma de contratación es irregular, porque por ejemplo yo que como coordinadora tengo tareas de gestión, cuento con un contrato artístico”, suma.
El recorte es concreto: un docente que tenía 4 horas cátedra ahora tiene 3; quien tenía 8 ahora tiene 7, o quien tenía 10 ahora tiene 8. O si tenías 4 en un Centro y 4 en otro, ahora tenés 3 y 3. “Esta situación, más unos sueldos que están lejísimo de ser dignos y el hecho de que el Gobierno no cubra ningún material hace difícil conseguir docentes que quieran trabajar en el programa. Con este recorte, va a haber docentes que ni les va a convenir salir de la casa”, señala Carolina.
El año pasado en La Usina se brindaron 27 cursos (circo, telar, cerámica, plástica, yoga, danzas, teatro, canto, guitarra, literatura, clown, huerta y fotografía). El recorte impedirá que se repita este número cuando se reinicien los encuentros.
Además, la decisión anunciada de manera individual por la gerenta operativa, Nora Golías, no abre la posibilidad de llegar a un consenso con quienes conocen el territorio y las demandas de los vecinos: “Ya avisaron que se sacan los talleres virtuales. Nosotros tenemos dos que continuaron después de la pandemia porque las personas que se anotaban lo preferían. Ahora quedan afuera. Otro ejemplo es que dicen ‘No puede haber tantos talleres de danza, estos se dan de baja’, sin interiorizarse cuántos ni quiénes asisten”, aporta Carolina.
Otra vez pierde la Villa 21
El recorte de los talleres que realiza “Nuestra Tierra” en la Escuela Nº6 de Monstequieu al 100 impactará en los vecinos de la villa 21-24. “Somos uno de los que menos presupuesto tiene, 74 horas cátedra, y ahora al quitarnos horas tendremos que disminuir talleres”, lamenta Myriam Salinas, su coordinadora. Ella destaca que el daño no es solo a la cultura. “Es un espacio donde se contiene mucho a padres, adolescentes y niños. La danza no solamente es bailar, sino que fortalece mucho la autoestima, la salud mental y física y yo estoy muy orgullosa de este centro cultural en el corazón de la villa, donde le podemos ofrecer a todos los que asisten un espacio gratuito donde pueden venir a relajarse un rato y aprender”, plantea.
En ese punto, cuenta el ejemplo del taller de tejido y el impacto en las vecinas y vecinos que lo cursan. “Aprenden para sí mismos, para emprender y poder tener al menos una entrada en lo económico”, cuenta. Con el recorte, Myriam estima que unas 30 personas menos podrán asistir a talleres que, en algunos casos, alcanzan las 100 personas, al hacerse en el patio de la escuela.
La coordinadora acusa a su vez al Gobierno de la Ciudad de actuar con mala fe a la hora de comunicar la novedad. “Esto no fue consensuado y además estaba decidido desde el cambio de gestión, pero nos lo anunciaron a mediados de febrero”, dice. Por eso, destaca la lucha conjunta que sostienen los 36 espacios culturales adheridos, a la que se suman los sindicatos ATE y Sutecba, como la gran asamblea de trabajadores estatales frente al Ministerio de Cultura porteño el 23 de febrero pasado.