Recortan hasta el carnaval
El Gobierno de la Ciudad decidió reducir la cantidad de corsos callejeros. Como parte de la campaña del “orden” y con el argumento de que no se corten las calles, dejó solo ocho sedes para 130 murgas. En la Comuna 4 quedó uno, en Pompeya. Las formaciones murgueras están en alerta y resisten con corsos por afuera del circuito oficial y eventos en asociaciones y clubes.
Pocas expresiones populares han logrado resistir a la dictadura, a las crisis económicas, a la pandemia y hasta a los ataques simbólicos como los corsos. Y en este 2024, en coincidencia con la nueva era a nivel nacional y su imitación porteña, están experimentando otra. Es que el Gobierno de la Ciudad implementó un fuerte recorte en las sedes del Carnaval para este febrero: en nuestra comuna, por caso, solo hay actividad en Pompeya. Ante ello, las murgas se vieron obligadas a reunirse fuera del circuito oficial, autoorganizadas, dando la pelea para evitar que los bombos dejen de sonar.
El Carnaval porteño tiene un área propia dentro del Ministerio de Cultura y hasta ahora, aún en la gestión PRO, se había garantizado la normal realización de los corsos en los principales barrios, los fines de semana de febrero. La primera restricción llegó con la salida de la pandemia, que obligó a reducir sedes y achicar los espectáculos. Ahora, fue la llegada de Jorge Macri a la Jefatura de Gobierno la que achuró la cifra de esquinas en las que se montarían los operativos para las noches carnavaleras.
Así, llegamos a este febrero únicamente con 8 corsos callejeros, casi tres veces menos que el año pasado, que habían sido 22. Se suman a esa cifra otros tantos corsos en parques y plazas, más resistidos por los murgueros porque el sonido se pierde, porque el barro abunda y porque en muchos casos hay mala iluminación. Todo esto, para las más de 130 murgas que tiene la Ciudad y que se van rotando en las diez noches que dura (si acompaña el tiempo) toda la actividad.
Las cuentas no cierran para que todas puedan participar y obliga a buscar alternativas que ya existían, pero que ante este recorte se han potenciado. Son los eventos por fuera del circuito oficial, organizados por asociaciones vecinales o deportivas y las propias murgas, que deben reponer lo que el Gobierno de la Ciudad se deslinda de brindar, como los baños químicos, el vallado y el escenario. Este año tenemos una sede en la Plaza Solís de La Boca, sumada a la de los barrios populares.
Recortes
Respecto a 2023 y 2022, Barracas perdió su corso en Parque España. Y hace solo cinco años atrás, cuando finalizaba el primer mandato de Horacio Rodríguez Larreta, La Boca tenía su corso callejero en Pérez Galdós y Pedro de Mendoza (que había vuelto en 2015 organizado por “Los Amantes”). Barracas lo albergaba en el Campo de deportes de Suárez entre Herrera y Hornos.
Además de la escasa cifra de 8 corsos para 48 barrios de este 2024, no hay un criterio uniforme en la división y, como se repite en tantas políticas públicas, el sur se ve ciertamente discriminado en relación con la zona norte. La Comuna 4, a pesar de la histórica tradición murguera de La Boca y Barracas y los antecedentes de otros años, tiene representación tan solo en Pompeya (Caseros y Avenida La Plata). En la vecina Comuna 8 está el de Villa Lugano (en Cruz y Cañada de Gómez), y hay otro en la Plaza de la Unidad Nacional. A los que se une el de San Telmo.
En el otro extremo, si miramos la Comuna 12, por ejemplo, concentra tres de los ocho corsos: Saavedra, Villa Pueyrredón y Villa Urquiza. En el oeste, hay en Villa Devoto, del otro lado en Palermo y en el centro de la Ciudad se encuentra el de Villa Crespo, el de Plaza Irlanda y el de San Cristóbal.
Las murgas en alerta
Las murgas relativizan la diferencia sur-norte en cuanto a las sedes y prefieren poner el rechazo en la medida en sí de restringir los corsos y sus argumentos. Al igual que los sloganes de la campaña, el Gobierno de la Ciudad presentó la medida desde la idea de “orden” y enfatizó en que de esa manera habría menos calles cortadas, a pesar de que los corsos se organizan con un horario de inicio y cierre, y contempla desvíos, perjudicando lo menos posible al tránsito. Así, recalcaron la importancia de que se dé “una buena convivencia con los vecinos”, como si fuera una celebración ajena a ellos, y a pesar de que no hubo en los años anteriores reportes de incidentes mayoritarios en el evento que acoge a miles de personas por noche.
Para Facundo Carman de “Los Amantes de La Boca”, hay “desconocimiento” en creer que el Carnaval tiene que ver con los cortes de calle. “Iguala algo que tiene más de 180 años de cultura popular con un corte de calle, cuando es simplemente un desvío”, manifiesta.
Uno de los perjudicados por la medida fue el Espacio Cultural “La Homero Manzi”, espacio de Boedo que montaba desde 1999 su corso en Avenida Belgrano y acogía a muchas murgas boquenses. La Ciudad se lo impidió para este 2024 y elles hablan de “censura”. “El Carnaval es del barrio y del pueblo que está unido”, aseguraron, y llamaron a defender este espacio “porque no vamos a permitir que nos roben la fiesta popular ni los escenarios donde las murgas alzan sus voces”.
La murga “Bombo, Platillo y Elegancia”, asimismo, planteó que el Carnaval es “la fiesta popular más grande, antigua e histórica de la Ciudad”, y que el Gobierno ha buscado “darle nuevamente la espalda al pueblo” con la decisión.
A pesar de todo y acostumbradas a su larga tradición, las murgas se prepararon y se pusieron su uniforme de resistencia, el de cada formación. No pelean con armas, sino con su identidad, sus bailes, sus canciones y fundamentalmente, su alegría. A los que se la quieren quitar.