Poesía por correspondencia

El espacio cultural Querida Elena fue el refugio del festival Arrojas Poesía, al Sur del Hemisferio de otoño. Entre música y lectura, muestras y rituales, el encuentro de celebración brindó homenaje al escultor del hierro Carlo Pelella y a la poeta Bárbara Tarquini, quienes fallecieron el último año.   

Poesía por correspondencia

La Boca, 21 de marzo. Querida Elena, sencillas artes fue el espacio cultural donde se realizó una nueva edición del Festival Arrojas Poesía, al Sur del Hemisferio, colectivo estacional, itinerante, intermitente, celebratorio. Y la poesía, que contó innumerables remitentes desde distintos planos, tuvo más de un destinatario. 

La casona ubicada en Pi y Margall y Avenida Patricios alberga los misterios de una antigua moradora, Elena, cuya correspondencia fue encontrada dentro de un mueble por Eduardo Spíndola, mentor del espacio de arte, cuando se disponía a darle las primeras pinceladas.

En esta ocasión, el ciclo estuvo marcado por el homenaje a dos artistas recientemente fallecidos que habían participado en anteriores ediciones: el herrero y escultor boquense Carlo Pelella y la poeta y performer Bárbara Tarquini.

La muestra “Alquimia de gallo” expuso parte de la obra de Pelella en distintos espacios de la casona. Artista del metal, sus peces de hojalata, tan típicos del Riachuelo, revoloteaban sobre las paredes para el deleite del público que de a poco llegaba al espacio. 

Marta Sacco, una de las organizadoras del ciclo, le puso la mayúscula inicial a una jornada plagada de conmemoraciones: el equinoccio de otoño, el Día Mundial de la Poesía y el Día de San Benito Quinquela. En primer lugar, la activista ambiental Lorena Suárez leyó textos propios y ajenos para recordar a Pelella y también hacer memoria sobre el trabajo de recuperación del Riachuelo como una necesaria parte del todo.

A continuación, el homenaje a Bárbara Tarquini corrió por cuenta de la voz de Adrián Taylor, quien realizó una semblanza (“Tan privada la poesía, que es una maravillosa rareza compartirla”) y leyó textos de la poeta, mientras Blanca Rizzo interpretaba los versos con su danza. Luego tocó el saxofonista Giuseppe Puopolo, acompañado de Laura Cotón, del LAB, quien también recitó versos de Tarquini.

El segundo bloque tuvo escenario en el patio del fondo, hall de la sala teatral de Querida Elena, donde el público se trasladó y redobló lo itinerante del festival. Allí, el saxofonista Luis Nacht y el bajista Nicolás Ojeda, que tocaban por primera vez juntos, improvisaron paisajes sonoros de estampilla postal jazzera y experimental. Todo bajo el atento lente de Andrea Romio, que estuvo a cargo del registro audiovisual del ciclo.

Los peces de hojalata de Pelella, tan típicos del Riachuelo, revoloteaban sobre las paredes para el deleite del público que de a poco llegaba al espacio.

A su turno, leyeron Ricardo Rojas Ayrala, Marta Miranda y Luis Miguel Rivas, integrantes de VaPoesía. Entre otras actividades, esta asociación cultural realiza un festival internacional de poesía y lleva poetas a recitar a cárceles, barrios, comunidades indígenas, sindicatos y bibliotecas populares de distintos puntos del país. Rojas recitó un bestiario con neologismos y ecos histriónicos: “Tal horrorosa mariposa devela en ese tronco / seco, perplejo, descascarao y en estos chats / un delicado ensueño de seda”. Miranda, en tanto, leyó versos de “En el refugio”: “Todo es nuevo, / la ropa que se han puesto, las mantas / las tazas en las que ahora toman el café, / objetos que aferran temblorosas / como si hubieran perdido la costumbre / de tener entre las manos / algo que les pertenezca”. Por su parte, Rivas eligió poemas que retratan la soledad de los cuerpos: “A dónde va a rondar el pecho / en esa hora / de la que vuelve roto, / desastrado, roído”.

Al son de “Querido Benito”, tema de la obra teatral “Benito de La Boca”, Lizzie Waisse, dramaturga y directora, leyó un fragmento de la misma. Tras recordar el aniversario del segundo nacimiento del pintor, cuando era bebé y fue dejado en la Casa de Niños Expósitos, Waisse anunció que en mayo próximo la obra volverá al Teatro de la Ribera en su tercera temporada.

En el último bloque, Luciana De Luca y Santiago Craig, poetas y escritores a los que Sacco presentó, además, como “familia”, precipitaron el mensaje de la carta para ponerle firma y punto final. De Luca leyó un fragmento estacional de su novela El amor es un monstruo de dios, en la cual, según comentó, también se permitió escribir poesía: “Le preguntaba a las lombrices, a las torcazas, a mis mismos dedos, qué iba a pasar en otoño, cuando todo se volviera miedoso, cuando las plantas y los árboles y los bichos se callaran y todo lo que antes verdeaba y chorreaba y brillaba de día y de noche se volviera opaco”.

Craig leyó el poema “Soy la voz que canta”, en una primera persona descarnada y múltiple a la vez: “Soy la voz que canta. / Vengo a decir, tengo un poema. / Señora, señor acá / algo que quisiera, si no es molestia, / compartir. / Tengo un ruido para hacer. / El ruido que usted quiera. / El ruido que usted diga. / De lo que pida tengo.”

Como posdata, en la sala se proyectaron dos videos con imágenes de Pelella y Tarquini que los asistentes acompasaron con vivas y aplausos celebratorios desde la tribuna. A sobre abierto, la hoja manuscrita se desprendió del árbol y fue a parar, crujiente, al cajón de uno de los muebles del caserón.