Sur, poesía, Quinquela y después
El 21 de marzo, día del equinoccio de otoño, de la poesía y del renacimiento de Benito Quinquela Martín, se celebró una nueva edición del festival Arrojas Poesía, al Sur del Hemisferio. Crónica de un viaje en barco por aguas boquenses.
Quienes se alistaron en la travesía fueron bienvenidos por Benito, el títere anfitrión realizado por Marcela Bambuco. Desde la puerta del museo Quinquela, escenario de este nuevo Arrojas de otoño, partió una guía hacia el tercer piso, a cargo de su director, Víctor Fernández. Después, los y las asistentes se acomodaron en el salón de la segunda planta. Semejante a un barco, el espacio albergó las distintas lecturas y performances que navegaron frente a la rambla del Riachuelo, entre pinturas y fotos de más de un siglo de antigüedad que retrataban las dos riberas. Las organizadoras, Marta Sacco y Zulma Ducca, dieron inicio al ciclo, flanqueadas por un altar-instalación dedicado a San Benito Quinquela, realizado por Alejandra Fenochio y Carlo Pelella. Con la lectura de “El verdadero descanso”, de Juan L. Ortiz, poeta ribereño por antonomasia, zarpó la nave.
Como abreoídos, Lala García entonó a capela los versos “Tú me quieres blanca”, de Alfonsina Storni. A continuación, el poeta y performer Fernando Noy volvió a leer a Alfonsina y luego recitó poemas propios, entre los que se destacó “El espíritu canto”, cuyos versos versículos fueron replicados por el público como en una oración-mantra: Padre nuestro que estás en el poema / con corazón de espejo / Santificada sea tu boca indescifrable / sobre el silencio nuestro de cada noche.
Transmutado en un canto espiritual de sirenas, los versos dejaron a la concurrencia de a bordo cautivada y presta para desembarcar en el Barrio Chino de La Boca. María del Carmen “Coto” Colombo, originaria de ese arrabal, fue la piloto de una excursión por una serie de poemas de su libro La Familia china: El novio de la china mayor, un italiano que la chica conoció en el conventillo, es un exhibicionista. A pulso, despliega frente a ella el tapiz de sus sentimientos, llenos de dragones y heroicos samurais. Dice que quiere ser director de cine y ensaya con la novia, que se disfraza de público para aplaudir las escenas más dramáticas del tapiz.
Más tarde, el poeta Emiliano Campos Medina leyó poemas de su libro Altares suburbanos, en los que el Riachuelo es protagonista, a veces nostálgico, y otras ominoso. Con el altar de San Benito Quinquela de fondo, la voz vigía resonó en el salón: Construimos / altares donde estás vivo / donde la piedra / se hace hueso y carne / tiene voz / y el brote / permanece intacto.
A su turno, Facundo Ruiz izó las velas y recitó su “Evangelio de la gente de la calle Olavarría”, mientras se proyectaba la ilustración de Diego Abu Arab, especialmente realizada para el texto. Echando luz conjetural sobre el misterio del origen de Quinquela, uno de sus capítulos comienza: Pero la exposición es el enigma: La expostura explícita del expósito: esa explicación, el desenvolvimiento que pone fuera del génesis y desorigina la cuna y hace expósito, explícito, en la trinidad de un nombre, un niño: Benito Juan Martín.
Luego de avizorar tierra, las contramaestras de ceremonia también ofrecieron palabras para el inminente desembarco. Ducca canturreó “Pachita”, una poesía propia especialmente escrita para la ocasión (Se le cayó un pétalo / La flor dirá basta). En tanto, Sacco narró otras conjeturas sobre el origen de Quinquela, acompañadas por ilustraciones del artista boquense Omar Gasparini: Quinquela ha sido elevado simbólicamente a Santo Popular por artistas y agitadores culturales del barrio. Es un Milagro, decimos con los devotos del San Benito Quinquela, este conjunto de edificios públicos que se levantan en la Ribera y espejan sus colores en las aguas del Riachuelo. Miles y miles de niños niñas y adultos reciben Educación, Salud y Cultura en el Lactario, Jardín, Primaria, Terciaria, Escuela de Fotografía, el Hospital, el Teatro, el Museo y Caminito.
Como cierre, Fernando Broussalis realizó una performance del poema del amigo de Quinquela, Adolfo Ollavaca, escrito en crefundeo, jerga de su invención: ¡Oh! Quinquela Martín el treumbador de tu gloria trasiturna craniseo tizón argentum.
Todavía hubo tiempo para que el fotógrafo Nico Ramos invitara a firmar un petitorio por el intento de cierre de la mentada Escuela de Fotografía “Benito Quinquela Martín”, cuyo edificio forma parte del polo quinqueliano, donado oportunamente por el artista, y en el que se responsabiliza por inacción al Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Caída la noche, la tripulación y el pasaje timoneó a través de Caminito hasta El Barquero de La Boca, donde se sirvió un vino de honor para los marineros arribados a destino y se ofrendaron mensajes en el mural-altar del Santo.