Donde siempre hay lugar para une más

El Centro Che Guevara iba a ser un espacio para talleres y emprendimientos de la organización Proyecto 7. Pero, a partir de la pandemia, debieron cambiar su destino y hoy es un nuevo hogar con techo, cama y comida para quienes quedaron en la calle en plena cuarentena. Está en San Antonio 971, en Barracas.

Donde siempre hay lugar para une más

Los integrantes de la organización Proyecto 7 tenían otro destino previsto para el Centro de Integración Complementario Ernesto «Che» Guevara: en San Antonio 971, corazón de Barracas, querían construir un espacio para las capacitaciones, para los talleres contra las adicciones, para los emprendimientos cooperativos. Una especie de laboratorio y espacio de trabajo que no se superpusiera con el Monteagudo ni con el Frida, los dos centros que la organización gestiona desde hace años y que funcionan como hogares en los que viven (es decir, duermen, comen y se bañan) hombres y mujeres en situación de calle. De ahí lo de “complemetario”. Pero la cuarentena también se llevó puesta esa idea y el CIC Che Guevara se transformó, rápidamente, en otro espacio que brinda techo, cama y comida a 25 personas que quedaron en la calle en plena pandemia.

Por estos días, la muchachada del CIC está triste y con bronca: hace menos de una semana falleció Aldo Omar Rodríguez, de 44 años. Aldo era uno de los compañeros que llegó en los últimos tiempos y padecía una neumonía. Todo indica que se escapó del hospital en el que estaba internado. Su cuerpo fue encontrado en una esquina de Barracas, a dos cuadras del CIC. La bronca reinante es un poco por la impotencia y otro poco por la nula difusión pública de esa muerte evitable.

En ningún otro espacio de la ciudad tienen tanta organización para garantizar las medidas de higiene. Hay que desinfectarse el calzado, lavarse las manos, usar alcohol, barbijo y guantes incluso adentro del galpón gigante. Hay una persona encargada de tomar la temperatura de todo el mundo tres y hasta cuatro veces por día. Para quienes llegan de lugares controversiales como algún hospital o los medios de transporte público, el protocolo es bañarse y cambiarse la ropa al ingresar. “Ahora el virus viene de afuera, eso lo tenemos claro -cuenta Fabio Mannupella, uno de los fundadores del centro- tuvimos un caso positivo y quince días de cuarentena que fueron terribles”.

El salón dormitorio se improvisó en un lateral arriba, como para que en el salón principal se pudieran seguir desarrollando las asambleas que deciden el funcionamiento diario. Y también, para que en la planta baja pueda funcionar la estrella del lugar, la panadería. Pero saben que se viene el frío. “Estamos por convocar a una asamblea para ver en conjunto cómo hacemos lugar para los compañeros que, sin duda, van a llegar con el frío -dice Manu-. Porque todo esto no es sólo voluntad: hay que cuidar de no hacinarnos, tampoco”.

El proyecto de tener una cocina para poner en marcha una cooperativa gastronómica ya había surgido desde el momento en que se lanzó el centro. Pero la fuerza de las circunstancias derivó en que los hornos recibidos de una donación se destinaron a la Cooperativa de Panificación 7 Espigas. “Esta panadería tiene mucha historia -se enorgullece Manupella-. Arrancó como un espacio para que la gente con adicciones ocupara la cabeza en algo y le proveyera el pan al Monteagudo y el Frida, pero la verdad es que lo empezaron a hacer tan bien que enseguida se armó la movida para vender hacia afuera”. Justo en el momento anterior a la cuarentena, estaban vendiendo en las Ferias de la Economía Popular (que organiza el Ministerio de Desarrollo Social junto a los movimientos sociales) unos 100 kilos de pan diario a un precio casi un 40% por debajo del valor de mercado. La especialidad de la casa es el pan sanguchero, con un formato tan ideal para el sánguche de vacío que lo vienen a buscar de todas las parrillas de la zona. 

Christian, un chico trans de veintipocos años, se encarga de las guardias nocturnas de los fines de semana. Con sus brazos tatuados con los nombres de sus hijes y unos ojos celestes que sonríen al mirar, Christian habla de los maltratos y violencia que sufrió por parte de la sociedad y de su familia. “Cuando llegué acá, conté mi historia y me hicieron un lugar sin pensarlo un segundo”, dice. De ahí en más, se fue haciendo cargo de distintas tareas y juntando con eso algún dinero. Ahora ambiciona recuperar a sus hijes. Reina, otra persona trans, hace las guardias de 12 a 22.

Las tareas organizativas, como las guardias de mantenimiento, la limpíeza de los baños o la cocina, tienen una compensación económica que, combinadas con la certeza de tener una cama seca y un plato de comida, permiten levantar rápidamente la mirada. Oscar, uno de los muchachos que llegó corrido por el clasemediero #QuedateEnCasa, acaba de egresar del centro. Se desempeñó muy bien en la panadería y, con lo que saca de ahí, ya se alquiló una piecita. Pero el laburo de panadero no lo suelta.

-Prácticamente todas las personas que llegaron al principio de la pandemia están tomando tareas y responsabilidades en el lugar -explica Manupella-. Cuando se termine todo esto vamos a tener que repensar el espacio: los emprendimientos son necesarios porque de ellos depende la autonomía de los compañeros”. La nueva normalidad tendrá un sabor distinto para cada uno.

Cómo ayudar

“Queremos transformar la energía del encierro en movimiento” se proponen les integrantes de Proyecto 7. Para eso necesitan donaciones de equipos o elementos de gimnasia. También piden ropa y calzado, y para el CIC un lavarropas que los ayude a agilizar las tareas de limpieza.

Para las donaciones podés mandar un mail a proyecto7donaciones@gmail.com y elles lo pasan a buscar. Otra opción es donar con una transferencia a Banco Ciudad, Sucursal 043, Cuenta Corriente 649/7, CBU 029 004 38 000 000 000 649 78, CUIT 30-71212619-8.