Hacer memoria
El pañuelo es un símbolo de lucha que abraza pasado y presente. Pero que también teje redes colectivas, necesarias para el futuro. A 48 años del golpe de Estado, el barrio de La Boca salió a la calle y llenó de colores el pañuelo blanco. Porque más que nunca, es ahora y siempre.
Atardece en el paredón de Garibaldi y Olavarría. Los vecinos van llegando. Muchas señoras se sientan en el borde de la vía, comparten el poco repelente que consiguieron. Otros y otras, más jóvenes, se reparten carteles, arman banderas. Los más chiquitos hacen equilibrio entre los rieles del ferrocarril. Una marioneta de Quinquela Martín va y viene de la mano de su titiritera. Las antorchas aún están apagadas. Una pareja de adolescentes pega en la pared letras gigantes de telgopor. En minutos todos leen “Nunca Más” sobre el mural de las Madres. Un poco más allá, una fila de pañuelos espera que alguien los elija y los sostenga a lo alto. Hay blancos, pero también de otros colores. Cada uno simboliza una lucha, pasada, presente, futura. Es viernes 22 de marzo y luego de una semana de tormentas, la Marcha de Antorchas comienza a surcar las calles de La Boca. En dos días se cumplen 48 años del último golpe en Argentina. En dos días, la Plaza de Mayo estará repleta. No es cualquier aniversario. Desde que la democracia volvió para quedarse, es el primero con una dupla presidencial que niega el terrorismo de Estado y las consecuencias de la dictadura. Por eso, más que nunca, la consigna “Memoria Sí” se levanta como mensaje. Porque cuando avanzan las políticas de derecha, esas que buscan achicar el Estado y con él los derechos del pueblo, se hace aún más urgente tejer organización, experiencias y resistencias.
La movilización arranca poco antes de las 19. El fuego enciende la estopa humedecida en querosén de cada lata. Cientos de personas, mayores, jóvenes, adolescentes, familias, empiezan a caminar por el costado de la vía. Se mezclan entre las banderas de las organizaciones sociales, políticas, sindicales y estudiantiles que se ordenan a lo largo de más de dos cuadras. Al frente, encabeza la del Encuentro por la Memoria La Boca y Barracas, el espacio intersectorial que reúne desde hace años a vecinos, vecinas y militantes. Anochece. Pero las antorchas iluminan el camino. La primera parada será en el Centro de Salud 9, enfrente de la Plaza Matheu. Allí una trabajadora lee una síntesis de la historia de la salita. Es una historia de lucha colectiva que comenzó hace 30 años y que logró su apertura, imprescindible para quienes habitan el barrio. Aquellas luchas se entrelazan con las anteriores: por eso el centro de salud lleva el nombre Beatriz Perosio, primera presidenta de la Federación de Psicólogos de la República Argentina, desaparecida en 1978. Pero también con las actuales: que en los hospitales y cesac haya insumos, reactivos, vacunas y profesionales.
En el Cesac 9 una trabajadora lee la historia de lucha colectiva que comenzó hace 30 años y que logró su apertura, imprescindible para el barrio.
La marcha continúa serpenteando el barrio y vuelve a frenar en Olavarría y Garibaldi. El que toma la palabra es un integrante de Boca es Pueblo. “Por décimo año salimos a marchar, reivindicando la memoria de los detenidos desaparecidos del barrio de La Boca, y desde el Club Atlético Boca Juniors recuperando para siempre la memoria de nuestro club, a los socios, socias e hinchas desaparecidos que vuelven a tener su condición de socios del club con la categoría socio detenido desaparecido; colaborando con la búsqueda de los nietos que todavía nos faltan y fomentando que Boca como institución nunca más mire para el costado. Gritamos también ‘no’ a las sociedades anónimas deportivas, por cada compatriota que dejó un lugar vacío en una tribuna”, lee con la Bombonera de fondo y enfundado en una remera azul y oro.
Las antorchas no se apagan. Se mueven al ritmo de la canción que se amplifica en un parlante. “Como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”, se escucha y las voces se escurren entre las chapas de los conventillos. A su paso, muchas ventanas se abren. La movilización sigue por Olavarría, para doblar por Almirante Brown hacia el norte. La esquina es un hueco. El edificio que se levantaba histórico de mano derecha fue demolido. Ahora solo quedan recuerdos y un cartel de dueño vende. La Boca en venta al mejor postor.
La columna sube por la avenida y corta su mano izquierda. En la siguiente esquina con la calle Suárez, espera un grupo de la organización Los Pibes que homenajea a Martín Osos Cisneros, militante asesinado en 2004 por un dealer del barrio que actuaba con la connivencia de la Policía. Una bandera con su rostro flamea frente al edificio que está en diagonal a la pizzería Banchero. Allí donde murieron seis hermanitos en un incendio, allá por 2009. Ahí donde desde hace años la comunidad reclama que se construya un jardín maternal, tan necesario en un barrio donde las vacantes para el nivel inicial brillan por su ausencia. Eso es lo que recuerdan las docentes de UTE que, abrazadas, leen a su turno. Eso y la avanzada contra la educación pública en la Ciudad desde hace 15 años y ahora en todo el país de la mano del nuevo gobierno.
Antes de llegar al final de la movilización, queda una parada. Es en la siguiente esquina, Brandsen, en la puerta del Banco Nación. Un grupo de trabajadores y trabajadoras cuenta su lucha y la hacen de todos. Desde que asumió, Milei mueve todas las piezas que puede en busca de su privatización. En la nueva versión de la ley ómnibus que envió al Congreso vuelve sobre el tema. Es un negocio. El Banco Nación maneja el 20% de los depósitos en la Argentina. Tiene 750 sucursales a lo largo y ancho del país. La de La Boca, donde ahora se canta “la Patria no se vende” entre pañuelos blancos y de colores, es una de ellas. La puerta de vidrio blindex sobre la vereda alta está cerrada. Pero no por el intento de venderlo. Sino por insensibilidad: cuando cae el sol ya nadie puede entrar a los cajeros, ni quienes quieren sacar dinero ni quienes buscan un techo de refugio.
Unos metros más allá es el acto de cierre. El cartel amarillo del supermercado Diarco brilla desde lo alto. Abajo, sobre la avenida, los pañuelos construidos en organizaciones barriales durante la semana forman una ronda y caminan en círculo. Al igual que cada jueves, desde hace más de cuatro décadas, quienes sostienen a lo alto el símbolo de lucha y resistencia son mujeres. Van en silencio. En la vereda, Roberto Pennelli vestido de negro toma el micrófono y recuerda a su hermana, como en cada marcha de antorchas. Allí, en Almirante Brown 1063 entre Palos y Brandsen, vivía con toda su familia. De ahí, un grupo de tareas de la ESMA se la llevó el 22 de noviembre de 1976. Graciela era estudiante de Veterinaria de la UBA y militante de la Juventud Universitaria Peronista. Está desaparecida. Su mamá, Dora Filipovich, fue una de las pioneras de la ronda de los jueves en Plaza de Mayo.
En la esquina de Brandsen y Brown, trabajadores del Banco Nación cuentan su resistencia y la hacen de todos. Desde que asumió, Milei busca su privatización.
“Graciela Pennelli presente, ahora y siempre”, repite Roberto con los dedos en ve a lo alto. Todos y todas repiten bajo un aplauso cerrado. La noche cubre La Boca desde hace un rato. Patricia y Lucho, del Encuentro por la Memoria La Boca-Barracas se acercan para compartir el documento final. Tienen la edad que hoy tendrían los desaparecidos, las asesinadas. Con sus palabras, las resistencias de entonces se hacen más presentes que nunca. “Bregamos por impedir el olvido de todos nuestros hechos y experiencias colectivas humanas con empatía. Los negacionistas de hoy son los desaparecedores de ayer. Los negadores y reinvindicadores del Terrorismo de Estado del ‘76 que hambrearon al pueblo y hoy nos vuelven a hambrear. Nos aumentan los transportes. Nos aumentan los servicios. Pulverizan los salarios de trabajadores, jubilados y jubiladas. Echan a trabajadores y trabajadoras de industrias y el Estado. Van contra los sindicatos en búsqueda de más fragmentación. Cierran y desabastecen a comedores populares. Destruyen políticas de género, de cultura. Retiran presupuesto a la ciencia y a las universidades. Los alimentos y medicamentos no paran de subir. Los alquileres son inaccesibles”, enumeran en lo que parece un sinfín de fotos de la actualidad, una película de terror que sólo puede cambiar su final si se teje más y más fuerte esa inmensa red solidaria y popular que tanto identifica al barrio. “Necesitamos y debemos estar en las calles. Torcer este destino de entrega nacional. Los compañeros y las compañeras caídos y caídas en la construcción de una Patria grande, justa, libre y soberana están presentes en las nuevas generaciones que se suman a las luchas para transformar la realidad y construir Memoria”.
Las antorchas que iluminan la avenida se apagan una a una. Los abrazos se multiplican. Banderas, carteles, pañuelos, bombos, todos guardan el sonido de una nueva marcha por las calles de La Boca. La memoria seguirá ahí, insistiendo para que no se olvide, para que se construya presente, para que haya futuro.