“Los pibes del barrio están estigmatizados”

Ante las desigualdades y carencias, tranquilidad y contención. Ese es uno de los objetivos que se propone la Escuela 11 República de Haití, que recibe a diario a seiscientos chicos y chicas de la villa 21-24. Charlamos con su directora, Margarita Contarelli.

“Los pibes del barrio están estigmatizados”

Es la Semana de la Memoria y sobre las paredes del patio de la escuela 11 vuelan decenas de grullas de colores. De guardapolvo blanco con bolsillos de aguayo, nos recibe la directora Margarita Contarelli. Nos cuenta sobre la experiencia de estar al frente de una primaria pública en el borde más pobre de la ciudad más rica del país. De fondo suena “Rasguña las piedras” de Sui Generis.  

Margarita fue secretaria y vicedirectora de la República de Haití entre 2009 y 2012, y regresó diez años después para tomar el cargo de directora titular. Un año antes, un hecho la había marcado. Margarita se sumó a una movilización muy grande por las calles del barrio bajo la consigna "Ni un pibe menos. Niñeces dignas". Era la reacción de la comunidad a la muerte de una alumna de la escuela, a quien el Estado, a pesar de innumerables alertas, no garantizó sus derechos más básicos. 

-¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan como institución hoy en día?

-Es una escuela sumamente demandante. Las familias del barrio suelen estar muy estigmatizadas, por lo tanto, los pibes también. Y, sin embargo, uno busca valores. Hay una cuestión de desigualdad profunda, de carencia, donde a veces la contrapartida es que lo privado y lo público está desdibujado. Yo soy una fiel defensora de algo que siempre destaca el Padre Pepe, cura párroco de Caacupé, que es que los gestos de solidaridad, de ayuda colectiva y cómo se viven las tragedias y las alegrías en estos sectores de la ciudad, no se dan de la misma forma que en otros barrios. No hay un afuera y un adentro de las casas y eso se mezcla con las problemáticas que trae el barrio con sus familias. Las clases populares se ven duramente hostigadas y castigadas a diario y atraviesan situaciones críticas como el gatillo fácil o problemas de adicción.

A partir de un libro de Elsa Bornemann, nació la consigna de hacer mil grullas y colgarlas por el barrio con mensajes para quien quiera leerlos.

-¿Cómo se vincula el barrio con la escuela?

-Considero que en la escuela hay un gran potencial, que necesitaba ser reencauzado, que se concretaran algunos proyectos y no solamente estar pendientes del emergente. Esta escuela y muchas de los barrios populares trabajamos con el emergente; entonces hay que tener una visión más a largo plazo para no estar sola, pura y exclusivamente en eso. En ningún momento se tiene que perder de vista que tenés 600 chicos y chicas a tu cargo con una niñez tan atípica y unas 500 familias. Algunos profes ponen mucho por fuera de la escuela estando pendientes de si alguien necesita un par de zapatillas, un cuaderno o hablar con las familias. Ahora, por ejemplo, estamos frente a la internación de algunos chicos y los maestros se encargan de brindar otros espacios para encontrarse con las familias del barrio. Eso los pibes también lo sienten. Hay una parte que pocas veces se hace visible y es que aprenden y que el compromiso de los maestros y maestras se ve reflejado en generar un lugar de tranquilidad y contención para que se desarrollen vínculos.

-¿Cuáles son los espacios que acompañan a la escuela?

-Desde lo formal tenemos comedores y lugares de redes de apoyo donde los chicos hacen las tareas. Después hay distintos centros comunitarios que algunos tienen participación del Estado. Del lado de las organizaciones, Orilleres, la parroquia Caacupé y la Fundación Temas. También hay un desprendimiento de Caacupé que es el programa de adultos mayores que tienen sus propios espacios y cuando tenemos maratón de lectura vamos a esos lugares para hacer alguna actividad. Por otro lado, el Centro de Primera Infancia, La Casa del Niño y Huracán que es una presencia que hace que muchos chicos jueguen al fútbol. No tenemos relación directa con el Club Barracas Central, pero si hay algún alumno que tiene familiares con acceso al predio quizá los chicos hacen una salida. La Casa de la Cultura tiene una gestión tanto en el estado nacional como en el municipal. Y hace unos años, por ejemplo, el Club Juventud Unida, que está sobre Iriarte, había sido alquilado para la jornada extendida. Ese ida y vuelta es muy enriquecedor tanto para los niños como para las familias.

-¿Qué representan las grullas en el hall principal, que también forman parte del escudo de la escuela? 

El año pasado incluimos una modalidad que traje de la propuesta que surgió en otra escuela: los Viernes de Novela. Arrancamos todos los viernes con 10 minutos de lectura de un texto informativo o un texto literario. Desde el año pasado, los chicos con sus seños preparan cosas para que puedan leer. Un día llevamos el libro de Elsa Bornemann, Las Mil Grullas y trascendió. Cuenta la leyenda que quien haga mil grullas de papel recibirá un deseo de parte de una grulla. A partir de este libro nació la consigna de hacer mil grullas y colgarlas por el barrio con mensajes para quien quiera leerlos y las llevamos en forma de agradecimiento a otros establecimientos. Me gustaría que esa potencia que tiene cada uno explote y todo se vuelva inspirador, que lo que cada uno tenga sea lo mejor. Para los chicos, la mejor tajada.