¿Puro humo?
El debate volvió como cada año electoral en Boca. Hay que ampliar la Bombonera o hay que construir un nuevo estadio. Cómo, dónde y cuánto cuesta son las preguntas que se suelen escuchar cuando se barajan cada uno de los proyectos. Pero poco y nada se dice sobre el impacto que puede generar en un barrio que ya sufre el avance del mercado inmobiliario y turístico. Tampoco se habla de la participación vecinal, primera premisa cuando se trata de cambios tan trascendentes.
La cancha de Boca queda chica. De esto no hay dudas. En lo que no hay acuerdo es en cómo solucionar la falta de espacio para que sus socios y socias puedan asistir a ver los partidos del xeneize. Las propuestas van desde ampliar la Bombonera sobre la calle Iberlucea -demoliendo 136 propiedades o las 67 viviendas de los frentistas-, hasta construir otro estadio en Casa Amarilla o en Isla Demarchi. Como cada año electoral, en los últimos meses el debate volvió a los medios. ¿Pero realmente es posible que alguno de los proyectos avance en el corto o mediano plazo? ¿Cuánto le importa a dirigentes oficialistas y opositores el impacto que cualquiera de estas iniciativas puede generar en el entramado de un barrio que sufre a diario el avance del mercado inmobiliario y turístico?
Comprar, vender
Uno de los puntos de discusión que suele aparecer es si las familias que viven en el rectángulo que forman Iberlucea, Brandsen, Aristóbulo del Valle y Zolezzi quieren vender o no sus viviendas. Cuántos y a qué costo. Sin embargo, al charlar con las y los vecinos todo se vuelve impalpable. Ninguna persona representante del club se acercó a elles para presentarles ninguna propuesta. Ni de esta gestión, ni de las anteriores. Lo único que sucedió -y ya hace más de 5 años- fue la visita de algunas inmobiliarias que, impulsadas por el colegio profesional que las nuclea, realizaron un relevamiento casa por casa. “En 2017 vinieron a tasar mi casa. Yo estoy dispuesto a vender, pero no quiero irme a vivir a otro barrio que no sea La Boca. Por eso, empezamos a buscar una casa similar en el barrio, algo que no es nada fácil. Encontramos una, pero la supuesta compra de nuestra casa no avanzó, nadie vino del club ni nada. Entonces es muy desgastante”, explica Facundo, quien desde hace 27 años vive en una casa “chorizo” sobre Iberlucea al 700. Otros vecinos confirman el dato: escuchan mucho por radio y televisión, pero hasta ahora nadie de Boca se acercó con una propuesta concreta.
Entonces la pregunta es, ¿Boca realmente quiere comprar esos inmuebles para ampliar la cancha como propone su actual presidente Jorge Amor Ameal desde hace varias campañas? La respuesta se podría encontrar en la realidad: en los últimos años, muchas casas que están ubicadas en ese polígono tuvieron colgados por largo tiempo carteles de “En venta”. Por sólo nombrar un ejemplo, una de ellas fue la que está en el primer piso del restaurante Don Carlos, en la esquina de Iberlucea y Brandsen. Sin embargo, el club no se interesó en comprarla y, por el contrario, adquirió algún inmueble por fuera de estas manzanas.
Desde la dirigencia actual sostienen que antes que comprar es necesario rezonificar.
¿Rezonificación? ¿Expropiación?
En diciembre pasado, Ameal salió por todos los canales anunciando que en marzo presentaría ante la Legislatura porteña un proyecto para que en las manzanas previstas en el proyecto Bombonera 360 pueda construirse la mole de cemento para la tan mentada ampliación. Actualmente, en esas tierras solo pueden construirse viviendas.
Al cierre de esta edición la iniciativa aún no se había presentado. Pero si finalmente se concreta, el camino para que se transforme en ley es el siguiente: tratarse en el recinto en doble lectura, realizarse una audiencia pública para escuchar la opinión de les vecines y, finalmente, obtener como mínimo 40 votos a favor entre sus 60 integrantes.
La probabilidad de que esto ocurra en una Legislatura con mayoría macrista es baja. ¿Les legisladores de JxC aprobarían un proyecto cuyo rédito político se lo llevaría Ameal, un dirigente que actualmente no está nada cerca del oficialismo porteño? Para el presidente xeneize la disputa política con la oposición es una enorme traba pero, a la vez, también le permite tirar la pelota fuera de la cancha en caso de derrota: “el macrismo no quiere que Boca amplíe su estadio”.
“Una remodelación de la Bombonera acrecentará la gentrificación si el Estado no interviene para aplacar los efectos y que los precios de los alquileres en el barrio no se vayan a las nubes”
Pero la rezonificación sería sólo un primer paso. Después, Boca debería comprar los 136 inmuebles del polígono y demolerlos. Otra opción, que fue anunciada durante la campaña pero que ahora desde el sector de Ameal descartan, es que el club le pida a la Ciudad que expropie, a través de una ley, todos los inmuebles. La expropiación es una herramienta que el Estado puede utilizar cuando considera que hay “interés público”. ¿Pero es de interés público que se amplíe un estadio? Ese es un buen debate para la comunidad.
Y aunque muchos lo pongan de ejemplo, hay que aclarar que en el caso de la expropiación de los terrenos de Carrefour en Boedo para que San Lorenzo haga un nuevo estadio, se trató de una reparación histórica: esas tierras eran propiedad del club azulgrana (allí estaba el viejo Gasómetro) pero le fueron expropiadas en 1979 por el intendente de la dictadura, Osvaldo Cacciatore, con la supuesta excusa de realizar la apertura de una calle y construir viviendas populares. Nada de esto sucedió y menos de un año después Cacciatore hizo su negocio: privatizó las tierras y se las vendió a la empresa francesa.
Finalmente, para poner en marcha las obras del proyecto Bombonera 360, el club también debería solicitarle a la Ciudad que le ceda tramos de las calles Iberlucea, Pinzón, Aristóbulo del Valle y Brandsen. Esto sí que no sería nada nuevo para el club de la ribera: sin ningún pedido de cesión, en épocas en las que era presidente de la institución, Mauricio Macri cerró con portones cuatro calles públicas (Aristóbulo del Valle, Tomás Espora, Wenceslao Villafañe y Arzobispo Espinosa). Antes de aquella usurpación, se podía pasar caminando desde Almirante Brown a Irala. Ahora es necesario dar una larga vuelta por Martín García o por Brandsen para pasar de un lado al otro del barrio.
Tampoco sería la primera vez que Boca presenta un proyecto de rezonificación. En 2014 hubo otro para los terrenos de Casa Amarilla. Fue presentado por Oscar Moscariello, quien en ese entonces era vicepresidente de Boca y al mismo tiempo diputado del PRO. Esa vez no salió, y tampoco en 2018, cuando otro legislador macrista volvió a presentarlo después de la bochornosa venta de las tierras públicas al club. En aquellos años el presidente de Boca era Daniel Angelici y su objetivo era construir un estadio shopping a solo 300 metros de la Bombonera. “La construcción de un nuevo estadio en la trama edificada de una ciudad, en pleno siglo XXI, es una aberración urbanística. Pero esa aberración es doble si construís un estadio a 300 metros de otro, se genera una barrera que parte al medio el barrio”, explica Pablo Abbatángelo, arquitecto y titular de la Agrupación La Bombonera.
“¿Cuánto vale una casa frente al Templo Xeneize?”
Rubén Lopresti vive sobre la calle Iberlucea, donde vivió su madre, su padre y su abuelo. Apoya el proyecto conocido como Esloveno, que propone ampliar la cancha pero demoliendo menos viviendas: las 67 que dan a Iberlucea. Una idea que Ameal descartó.
“Nosotros vendemos, pero cuando haya una definición en concreto. Siempre tomaron los proyectos para el cierre de campaña. Pero nunca los tomaron en serio”, dice y cuando habla de “nosotros” incluye a los frentistas de su cuadra. Rubén también se mete con los números: “Cuando te preguntan cuánto vale tu casa, yo les digo, ¿usted viajó por el mundo? ¿Fue a París? ¿Conoce la Torre Eiffel? ¿Cuánto vale tomar un café ahí? No es el café, es el lugar. Yo no estuve en Israel, pero leo. La tierra más cara del mundo es la que está enfrente del Muro de los Lamentos. ¿Cuánto vale una casa ahí? Entonces les contesto de esta manera: ¿Cuánto vale una casa frente al templo Xeneize? No tiene valor. Así te pidan 3, 4, 5 veces lo que vale la propiedad para poderte mudar, no estamos contemplando el desarraigo. Porque el desarraigo no tiene precio”.
Es cierto que tampoco tiene precio para sus hinchas que la cancha continúe en el barrio. Por identidad y pertenencia. Por historia. Y por lo que implica para muchos vecinos y vecinas que logran algún ingreso económico gracias al movimiento que genera la Bombonera no sólo los días de partido sino todos los días en los que miles de visitantes se acercan a conocerla.
El Alberto J. Armando está en el medio del barrio. Quienes lo construyeron -relata Juan Becerra en Bombonera: intimidad del mundo exterior- “se enfrentaron al desafío de situarlo en un lugar imposible: tenía que entrar ahí en el corazón del barrio, como una fortaleza pero también como una casa más del vecindario (…) La cancha y el barrio son una misma cosa”.
Más participación
Comprar propiedades a 136 familias o a 67 y demolerlas. Contemplar el desarraigo. Evitar que se cierren nuevas calles. Calcular los efectos urbanísticos y ambientales de un posible segundo estadio a pocas cuadras. Sea cual fuere la alternativa para que el pueblo boquense tenga un estadio acorde a sus deseos, es difícil imaginar una solución sin tener en cuenta a quienes habitan el barrio.
Para el sociólogo especialista en urbanismo, Fernando Bercovich, la ubicación de los estadios en las ciudades es aún tema de debate. Una posición plantea llevarlos a las periferias y otra, dejarlos en la trama para preservar la identidad barrial. Ambas, dice, tienen puntos ciertos: “En la primera, podemos decir que no interrumpimos la dinámica de la ciudad, pero es una lógica muy porteña pensar que lo que nos incomoda -basura, estadios- lo mandamos al conurbano, a la periferia donde también vive gente y le ocasionamos problemas”, explicó a Sur Capitalino. En cuanto a la mirada que sostiene que es mejor dejarlos en el corazón de un barrio, opinó: “Es importante la participación de la comunidad en la decisión. Ver cómo repercute en el barrio, cómo se integra, si el club cumple un fin social, si genera espacios abiertos para los vecinos. También ver que no se convierta en un ‘no lugar’ el resto de la semana cuando no hay partido”.
Al mismo tiempo, Bercovich pone la lupa sobre el proceso de gentrificación y turistificación que ya sufre La Boca. “Una remodelación de la Bombonera acrecentará la gentrificación si el Estado no interviene para aplacar los efectos y que los precios de los alquileres en el barrio no se vayan a las nubes”. Si miramos hacia atrás, esa intervención estatal en el barrio es nula. De hecho, cuando se aprobó la ley del Distrito de las Artes, uno de sus artículos preveía justamente eso: “El Poder Ejecutivo atenderá la situación de vulnerabilidad social en la zona, relevando la necesidad de soluciones habitacionales y dispondrá acciones direccionadas a facilitar la permanencia de las familias”. Ese artículo jamás se cumplió y los desalojos se multiplicaron desde entonces. Ahora, el modelo Airbnb también avanza en La Boca.
Por el momento, la relación de la dirigencia del club con les vecines no mostró grandes avances. Si realmente pretenden encontrar una solución, no va a alcanzar con la instalación mediática, sea cual fuera el proyecto ganador. Hará falta tender los puentes que garanticen el consenso vecinal y, sobre todo, la más amplia participación.