Un barrio de fantasía
Mientras La Boca sufre la emergencia urbanísitica y ambiental, el Grupo IRSA avanza en su mega proyecto inmobiliario en la ex Ciudad Deportiva. Durante la audiencia pública, vecinos, instituciones y organizaciones de la Comuna 4 rechazaron la construcción de las torres al lado del humedal de la Reserva Ecológica.
Con imágenes artificales de arbolitos –de los que en la vida real hay cada vez menos- y gente andando en bicicleta y corriendo, IRSA presentó su iniciativa estilo “Disney” para la ex Ciudad Deportiva de Boca en la Costanera Sur. Lo hizo durante la audiencia pública que se realizó en los primeros días de septiembre, de la que participaron de forma virtual 54 personas, entre organizaciones, vecinos y vecinas de la Ciudad y, especialmente, de la Comuna 4 y de La Boca.
Ahora, el Grupo buscará el certificado de Aptitud Ambiental que necesita para montar su desarrollo “Ramblas del Plata”, que contempla crear diez edificios de 145 metros de alto, con unidades que costarán más de 4 mil dólares el metro cuadrado, frente al humedal de la Reserva Ecológica y a metros del Barrio Rodrigo Bueno, donde los habitantes del sector no urbanizado viven en peligro de derrumbe.
Ramblas tendrá una capacidad para 45 mil personas, casi la misma población que tiene La Boca. IRSA levantaría así un nuevo barrio, dentro de otro declarado en Emergencia Urbanística y Ambiental.
“Los negocios inmobiliarios expresados hoy en las altísimas torres, se llevan puesta la identidad histórica del barrio de La Boca y expulsan a los sectores populares”.
Un mundo ideal
IRSA sacó a la cancha todo su equipo de especialistas para que cuenten las supuestas bondades del proyecto. Junto a bocetos e imágenes artificiales, plantearon el “antes y el después” de la ex Ciudad Deportiva de Boca, terrenos que compraron a bajísimo precio en 1997. El arquitecto Jorge Mandachain, cara visible de este proyecto, habló incluso de una “oportunidad histórica” y una “sinergia y armonía” con la Reserva Ecológica.
En una especie de sincericidio, hasta reconoció que la firma tiene “un rol poco habitual para un privado: ser quien proyecte, desarrolle y materialice los espacios públicos”, tal como la gestión de Horacio Rodríguez Larreta y la Legislatura lo validaran en el Convenio Urbanístico aprobado en 2022. En el mismo sentido, calificó al área como un “sector periférico de la Ciudad, inexplorado, poco recorrido, aislado y que presenta cierto grado de inseguridad y marginalidad”.
La ronda de expositores de IRSA cerró con la ingeniera Mariana Roel, del equipo que elaboró el Estudio de Impacto Ambiental y Social. Entre las conclusiones, dijo que “el diseño del parque público contempla la preservación y puesta en valor del paisaje de humedal” y que la obra “representa más bien una ganancia para la biodiversidad y la sociedad dando como resultado una valoración de impacto residual positiva”.
Para ese entonces la audiencia llevaba una hora. No se vio a Mickey ni a ningún superhéroe, pero por lo fantasioso, se parecía a Disney.
Negacionismo climático
Luego fue el turno de las personas inscriptas, que se dividieron en tres jornadas. Salvo una mujer que hizo uso de la palabra en los segundos finales, sin presentarse, para dar su aval, ninguna de las personas intervinientes en la audiencia mostró su adhesión al proyecto. Y si bien primó lo ambiental, que era el eje de la convocatoria, hubo argumentos sobre la mirada urbana, de inclusión y hasta histórica que el Gobierno porteño tiene para el sur.
Una de las voces fue la de María Eva Koutsovitis, ingeniera civil e integrante del Observatorio por el Derecho a la Ciudad, organización que impulsó el amparo que frenó el avance de “Costa Urbana” en 2022. La especialista destacó que este proyecto de IRSA va “a contramano del mundo”, ya que es una propuesta “al límite del negacionismo climático”.
“Se pretenden construir torres de 145 metros de altura en uno de los pocos humedales que se conservan en plena crisis climática”, expresó y destacó que el propio estudio “reconoce que el movimiento de suelos, la construcción de terraplenes y los rellenos van a fragmentar el paisaje y van a poner en riesgo la biodiversidad”. Desde el mismo organismo, Jonatan Baldiviezo hizo foco en que IRSA “se lava las manos” cuando se le pregunta por el impacto que el proyecto tendrá sobre el Barrio Rodrigo Bueno. “Dicen que no les interesa, que es tema de la Ciudad. Pero acá hablamos del impacto de una obra, no de responsabilidades”, contrapuso.
La identidad, atacada
Desde la Junta Comunal 4, expuso Marta Yané (Unión por la Patria), quien lamentó que se avance con este proyecto a pocas cuadras de los desalojos que padecen familias del barrio y feriantes. “Los negocios inmobiliarios expresados hoy en las altísimas torres, se llevan puesta la identidad histórica del barrio de La Boca, expulsan a los sectores populares que somos mayoría, y nos imponen, desde la centralidad del Gobierno, la transformación de nuestra vida cotidiana sin siquiera consultarnos ni escucharnos”, detalló.
Mientras que la defensora del Pueblo, María Rosa Muiños, además de cuestionar la “falta de participación” que se le da a la Comuna, se preguntó “quién va a acceder al barrio más allá de los habitantes”, que era uno de los elementos que asumía incorporar el Convenio Urbanístico aprobado. “El privado ofrece como contrapestación la construcción de infraestructura básica (calles, veredas, cloacas, pluviales) sin los que no podría vender las unidades funcionales”, explicó.
Desde La Boca, la artista Maggi Persíncola mencionó: “Nosotros tenemos muchos problemas de cloacas, hay muchos lugares que no tienen siquiera agua como los conventillos. Yo me pregunto, ¿van a armar algo nuevo para poner nuevas cloacas y redes en un lugar que no existe, y a nosotros nos tienen sin agua?”. El acceso al agua se convirtió en un problema en varios sectores del barrio. El mes pasado, un grupo de vecinos se unió para denunciar ante AySA la falta constante de presión, que impide que el agua llegue con normalidad a muchas viviendas.
Como representante del área de Patrimonio del Consejo Consultivo, Roberto Franklin dijo que “este proyecto resulta anacrónico en términos ambientales y es contrario a los intereses patrimoniales de nuestra comuna”. También cuestionó que no se cumple con la restricción legal impuesta para la ribera: “El borde costero de estos cursos es patrimonio público y debe permanecer como tal”, al tiempo que lamentó que la obra pudiera provocar “una alteración de nuestro medio ambiente que resultaría de virtualmente imposible reversión”.