Historia de un saqueo
Al norte con Costa Salguero y Punta Carrasco, al sur con los Solares de Santa María en la ex Ciudad Deportiva de Boca, el gobierno de Larreta impulsa cambios en la fisonomía de la costa porteña. Para transformar la Ciudad de espaldas al río busca consolidar su entrega a los sectores de más altos recursos.
Las 70 hectáreas de tierras costeras, ubicadas en el barrio de La Boca ya tienen el visto bueno del gobierno de la Ciudad para transformarse en una urbanización que incluya embarcaderos exclusivos, torres de 90 metros, condominios y hasta lotes para viviendas. El proyecto urbanístico pronto se tratará en la Legislatura y lleva como zanahoria para su aprobación la creación de un parque público que la empresa constructora se encargará de mantener los primeros 10 años.
Conocida la noticia del pronto tratamiento del proyecto, los medios hegemónicos salieron a magnificar su aporte al recortar y adosar la historia a un moño de funcionalidad y beneficio para el conjunto de la sociedad.
Sin embargo, la verdadera historia de estas tierras no es más que uno de los tantos saqueos al patrimonio de la Ciudad gracias a la avivada de unos, la complicidad de algunos y la desidia de muchos, atravesando gobiernos de la más variada ideología y empresarios de escasa y mucha monta para transformar 40 hectáreas en 70 y terrenos públicos a manos de IRSA, la mayor empresa constructora del país.
Transcurría 1964 cuando el gobierno del radical Arturo Illia le otorgó al club Boca un sector en la Costanera Sur para que mediante relleno construya en 40 hectáreas la Ciudad Deportiva que por aquel entonces el presidente xeneize Alberto J. Armando argumentaba que solo con fe y trabajo se lograría. El ganar terreno al río no resultó tarea fácil y el anuncio de tener terminado el estadio para 130 mil personas el 25 de mayo de 1975 lejos estuvo de construirse. Ya en plena dictadura militar el material de las demoliciones por la construcción de las autopistas se volcó alrededor de la Ciudad Deportiva, en otro atentado al Río de la Plata. Las 40 hectáreas originales se fueron transformando en 70 mientras los sucesivos gobiernos cedieron plazos y eximiciones en vez de aplicar el artículo original que señalaba que, de no construirse las obras, los terrenos pasarían a manos de la entonces municipalidad porteña. Lejos de presionar, el intendente de la dictadura Cacciatore en 1982 transformó la concesión en posesión legal con la cláusula de que no se vendieran.
El despojo a la Ciudad como los terrenos ganados al río se iba forjando paso a paso, hasta que Carlos Menem lo terminó de consolidar con un decreto que retiró la prohibición para venderlas. Como era de prever el traspaso se concretó escasos años más tarde, durante la administración boquense de Antonio Alegre a la empresa constructora Santa María del Plata que por 22 millones de pesos compró el espacio para prestar servicios como inmenso obrador. En el año 1997 comienza la historia más conocida, la de IRSA comprando los terrenos y comenzando a urdir el proyecto que acaba de ver la luz.