Agua en la 21-24: un año sin obras
El Gobierno de la Ciudad tiene frenada las obras que pueden resolver los problemas de acceso de miles de familias. Mientras AySA trabaja en la red principal, el IVC no avanzó ni un metro en la distribución secundaria incumpliendo el convenio que firmó en 2023. Contaminación, cloacas desbordadas y comedores que no pueden garantizar ni la merienda.
Desde 2020 que Maka no tiene agua en el espacio Orilleres donde cientos de niñas, niños y adolescentes asisten a talleres de arte semanalmente. En el Merendero Los Peques dejaron de hacer mate cocido de la canilla este mes porque sale agua contaminada. Al lado, hay una casa de dos pisos que temen se desmorone en cualquier momento por los cimientos inundados. Y Nely, con las manos en el pecho, además de resolver el hambre de más de 700 familias en el Comedor Evita, se preocupa por el incremento de escapes de agua en los pasillos que nadie atiende en su sector. Lo crítico de la infraestructura cloacal, pluvial y de agua segura en la Villa 21-24 y Zavaleta se resume en una especie de “emergencia estructural”, en plena Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico de Argentina, con un gobierno que lleva pateando esta realidad desde 2007. A casi 18 años de gestión PRO-Cambiemos, el cruel día a día no tiene respuesta de fondo de la principal entidad responsable: el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC).
En la Comuna 4 se sabe que la violencia es más violenta en las villas. Nuestro suelo está entre el conurbano alborotado del otro lado del Riachuelo y una rimbombante Ciudad de Buenos Aires con toda una infraestructura sanitaria diferente a la nuestra. La emergencia alimentaria se profundiza por estos lados, el 71% de los 230 comedores y merenderos se encuentran en las comunas del sur según el Mapa de Comedores creado por diferentes organizaciones sociales. Pero el almuerzo, la merienda o la cena no se cocinan sin agua limpia, ¿o si? El desarrollo de nuestros organismos, mente y cuerpo, dista de estar saludable en barrios como la 21-24 de Barracas. Y todo depende de una decisión política.
“¿Sabés qué es lo peor de todo?”, preguntó Paz Ochoteco de la Fundación TEMAS que trabaja hace décadas en la villa. “Que hoy el IVC dice que la plata está. Hay un agravante alarmante que desde el Gobierno admiten que esto no es por un problema presupuestario”, dice. Y me dejó pensando… nos tienen viviendo de este modo por decisiones políticas, algo así como “a propósito”, ya que no obtienen ningún rédito político con su presencia para las vecinas y vecinos.
Desde Osvaldo Cruz hacia el norte, la situación es más que crítica. Todo está colapsando, mientras los vecinos intentan resolver la falta de agua y cloacas, de manera provisoria y cada vez más precaria.
La obra
Hacia junio de este año el empuje comunitario, entre organizaciones sociales y referentas del barrio que conforman la Mesa Técnica de la Villa 21-24 y Zavaleta, le reclamó a Agua y Saneamientos Argentinos S.A (AySA) la culminación de una obra de agua. Incluía unos 1200 metros de cañería para unir la Avenida Iriarte a un ducto principal con gran caudal cerca de la cancha de Huracán. Aunque todavía falta un importante empalme, una prueba hidráulica y una bacteriológica, ese compromiso avanza de manera gratificante. Sin embargo, en términos de cloacas, está paralizada una obra que sale desde la villa por la calle Lavardén, luego por Av. Iriarte hasta la Escuela 10 a los pies de la Av. Amancio Alcorta. Esta parte del proyecto, al finalizar, conectaría al barrio con el “Sistema Riachuelo”, una mega obra troncal de cloacas que beneficia a más de 4 millones de personas y de la que la comunidad quiere ser parte. Pero las voluntades de AySA no alcanzan cuando el IVC directamente responde con nada.
Desde la calle Osvaldo Cruz, al norte de la villa, la situación es más que crítica. Todo está colapsando, mientras los vecinos y vecinas intentan resolver la falta de agua y cloacas, de manera provisoria y cada vez más precaria en un barrio muy hacinado. Pavimento Alegre, Loma Alegre, Tierra Amarilla son sectores que están en rojo. En esas manzanas y en la 16, 20, 21, 70 y otras tantas no hay ni una sola gota de agua potable.
Cerca de la Iglesia Caacupé, por la calle Padre Daniel de la Sierra, en la Casa 113, Martín explicó que se siente burlado. Tras organizarse con la comunidad pusieron un "bypass" provisorio para el desastre cloacal que tienen. "Nosotros ya hablamos personalmente con el IVC y con la Dirección General de Atención Integral Inmediata (DGGIS) pero nos toman el pelo, no hay soluciones, nos sentimos abandonados", resume.
Desde el Merendero Los Peques denuncian con preocupación que la casa de al lado "puede generar una tragedia en cualquier momento por derrumbe". Martín dice que "hay un río de agua abajo" y que esa vivienda de dos pisos puede ser una casa de naipes que "al paso de un camión pesado podría caerse". Este temor se mezcla con un estudio reciente que hicieron con profesionales de la UADE donde constataron que en su espacio no tienen agua potable: "Tenemos que estar pidiendo agua para continuar con las meriendas", señaló.
-¿Cómo sintetizarías la falta de acción del IVC?
-Paz: El último reporte del Instituto de Vivienda de la Ciudad respecto al avance de las obras internas de agua, pluvial y cloacas en la Villa 21-24 fue en octubre de 2023. No hay nada documentado en términos técnicos y administrativos de que hayan hecho algo hace más de un año en este barrio. Es decir, el IVC ya había frenado la obra antes de la llegada del actual gobierno nacional y su famoso “no hay plata”.
-¿Qué lectura hacés sobre el rol del Gobierno de la Ciudad en todo esto?
-Paz: El barrio lo que necesita es el sistema de agua y cloacas en condiciones. Para que todo lo construido por AySA funcione, el Gobierno debe garantizar que el IVC reinicie las obras internas pautadas. De lo contrario, todo lo avanzado hasta hoy no va a servir.
Puntos suspensivos
Además del claro obstáculo para higienizar las viviendas, hacia 2019 la entonces Junta Vecinal del barrio denunció en la Legislatura porteña casos de vómitos y diarreas en un sector del barrio donde además había al menos 6 comedores comunitarios. Y no es casual que a inicios de 2024 diferentes medios, entre ellos Clarín, hayan anunciado que en la Comuna 4 se triplicaron los casos de diarrea con una relación directa con la falta de acceso de agua segura.
La Manzana 16, Casa 63, sobre la calle Lavardén, huele seguido a cloaca. "No damos más de sahumerios", dicen. Maka, uno de los integrantes de la organización Orilleres, repite que hace cuatro años ingresan camiones para cargarles agua a los vecinos de lunes a sábados: "La única solución que vemos es paliativa porque ese camión cae en un horario específico y si no estás... chau, perdiste".
Entre cantos, bailes y diversos talleres la calidad de vida de los niños, niñas y adolescentes que asisten al lugar no mejora. Para la familia de Maka, que tiene una niña recién nacida, tampoco. "Quiero construirme en el futuro un baño pero no sé cómo resolver la cloaca, si no funciona me voy a querer matar", se sincera. Pero el deterioro, a estas alturas del verano, no es solo en torno al agua y las cloacas... "es un estancamiento de la vida", admite.
Maka sabe que juntarse, reunirse, es la vía más fuerte de la comunidad de la Villa 21-24. "Ser un solo puño, un solo grito, para presionar es nuestra forma, pero los apuros de la vida, no llegar a fin de mes, termina generando que el agua y la cloaca sean parte de otro problema más". La incomodidad de lavar la ropa, los platos, bañarse, limpiar el piso, cocinar lleva a rutinas que muchas veces se vuelven costumbre.
"Es muy triste porque ya uno se acostumbra a la violencia del barrio o la droga en los pibes. Yo nací en la Villa 21-24 y nunca pasé este problema con esta magnitud. Hay que pensar algo nuevo, aunque no nos estén escuchando, unirse para mejorar nuestras vidas. Más que nunca, nos damos cuenta que el agua vale más que el oro".